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NIETZSCHE Y EL SENTIDO EXTRAMORAL SOBRE EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO.

Cuando el humano ha creado arbitrariamente lo que es verdad, automáticamente rechaza de su sociedad a aquellos individuos que no la utilicen.

NIETZSCHE
Nietzsche

El texto que se expone a continuación forma parte de la literatura filosófica del pensador alemán y data del año de 1873. En el texto titulado «Sobre Verdad y Mentira en Sentido Extramoral», Nietzsche hará una crítica a la postura científica que afirma que el mundo se rige por leyes físicas y matemáticas; al mismo tiempo le refuta al positivismo la idea de que sólo lo que es comprobable mediante el método científico-técnico es verdadero.

El texto se encuentra dividido en dos partes, la primera trata sobre el interés que tenemos los humanos por conocer la verdad, y que es la verdad; siendo un preámbulo para la segunda parte donde se concretara su crítica a la ciencia.

En la primera parte del texto, Nietzsche habla de la imposibilidad del ser humano con la naturaleza, como un ser débil y desorientado desea estructurar la naturaleza por su propio “bienestar mental”.

“Cuán lamentable, cuán sombrío y efímero, sin fines y arbitrariamente, se presenta el intelecto humano en medio de la naturaleza”.[1] Su singular visión del intelecto humano es una perspectiva en la que el ser humano pone la razón como medio de subsistencia en la naturaleza por la absurda idea que tenemos de sobrevivir, lo cual deja ver que sin nuestro intelecto no seríamos capaces de existir.

“El intelecto, como medio para la conservación del individuo, despliega sus principales fuerzas en la disimulación; pues ésta es el medio por el que se conservan los individuos más débiles, menos robustos, a quienes les está vedado llevar a cabo la lucha por la existencia con cuernos y agudos colmillos de fiera”.[2]

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Lo que provoca en nosotros el conocimiento no es más que una vanidad, el creer que somos el centro del universo. Nietzsche llega a la conclusión de que el hombre más estúpido es el filósofo, pues quiere hacer gala de su conocimiento y tener admiradores, el filósofo se engaña pues ese orgullo ligado al conocimiento, no hace más que poner una venda cegadora sobre los ojos y los sentidos, cuando el intelecto no es más que una herramienta de nuestra patética existencia, según Nietzsche éste no es más que el arte de fingir.

Este arte de la disimulación llega a su cima; la ilusión, la adulación, la mentira y el engaño, el hablar a las espaldas, el representar, el vivir de un brillo prestado, el enmascaramiento, la convención encubridora, el juego escénico ante los demás y ante sí mismo, en breve, el mariposeo constante en torno a la única llama de la vanidad, son de tal modo la regla y la ley, que nada hay casi más inconcebible entre los hombres como el surgimiento de un instinto puro y sincero de verdad.[3]

El humano utiliza la mentira por aburrimiento, por la necesidad que tiene de estar en sociedad. Puesto que desea vivir en paz utiliza la mentira como una especie de tratado para alcanzar ésta. La mentira haciendo gala de la hipocresía sirve para erradicar lo que Nietzsche denomina bellum omnium contra omnes (la guerra es de todos contra todos).

El mentiroso emplea las designaciones válidas, las palabras, para hacer que lo irreal parezca realidad; “dice, por ejemplo, “soy rico”, mientras que, para su condición, “pobre” sería precisamente la designación correcta. Abusa de las convenciones fijas a través de suplantaciones arbitrarias o aun inversiones de los nombres.”[4]

En este momento es cuando nacen las palabras verdad y mentira. Cuando el humano ha creado arbitrariamente lo que es verdad, automáticamente rechaza de su sociedad a aquellos individuos que no la utilicen. Ahora bien, la “verdad”, nos dice Nietzsche, no es una cuestión universal, es más bien una cuestión que varía entre las diversas culturas, y es por esta razón es que se segrega a quien no comparte la misma verdad. Pero aunque no existe una verdad universal, existen ciertos conceptos semejantes entre cada cultura, pero en este afán de búsqueda de la verdad cada pueblo encuentra a la misma bajo sus percepciones culturales.

El ser humano como agente creador sin duda supera a cualquier animal de la naturaleza; somos más eficaces que una abeja comenta el filósofo, puesto que este insecto crea colmenas y panales de recursos que extrae de la naturaleza. En cambio, nosotros creamos los conceptos de la nada , es decir, para definir al camello como mamífero, primero tuvimos que crear el concepto de mamífero.

Con nuestro argumento “verdadero” al decir “mira ahí va un animal mamífero, y señalas al camello” sin duda se estará hablando con verdad, pero con una “verdad limitada” puesto que salió del razonamiento humano. Nietzsche lo ejemplifica diciendo, que es como ocultar un libro atrás de un arbusto, sabes que se encuentra detrás del arbusto porque tú mismo lo ocultaste. Es una verdad subjetiva y limitada, pues no contiene un argumento que sea verdadero en sí, real y universalmente válido, independientemente del humano.

Con la idea del creador, Nietzsche retoma el olvido, la auto mentira y dice lo siguiente “sólo porque el hombre se olvida a sí mismo como sujeto y, por cierto, como sujeto artísticamente creador, vive con alguna tranquilidad, seguridad y consecuencia; si pudiera salir un solo instante de los muros carceleros de esa creencia, desaparecería al punto su conciencia de sí”[5].

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Lo que afirma el filósofo es que por medio del olvido perdemos la percepción de nuestro mundo, olvidamos por completo, que los animales, insectos y otros seres vivos, perciben el mundo de manera distinta. Y el preguntarse cuál de estas percepciones del mundo es la correcta es inútil; puesto que para esto habría que medirse con la recta percepción es decir una medida que no está establecida, puesto que son percepciones distintas y el objeto no se adecúa al sujeto del mismo modo.

En conclusión sobre esta primera parte. Lo que el hombre conoce en realidad es lo que aporta él mismo a estos factores de tiempo y espacio, lo matemático, lo natural. La verdad se encuentra en constante construcción y el hombre es quien tiene los planos de esta verdad, dentro de su esfera, dentro de su percepción.

En la segunda parte del texto, Nietzsche se enfocará en el método científico de la forma de conocer del humano, más específicamente en los conceptos y el lenguaje. Afirma que el hombre constantemente está renovando los conceptos que él mismo forma.

“Continuamente confunde las rúbricas y las celdillas de los conceptos, introduciendo nuevas transposiciones, metáforas, metonimias; continuamente muestra su deseo de dar forma al mundo presente del hombre despierto de modo tan abigarradamente irregular, tan inconsecuente, tan inconexo, tan encantador y eternamente nuevo, como lo es el mundo de los sueños”[6].

Nietzsche dice que vivimos en una especie de sueño que es transgredido por el arte y que, de alguna manera, solo sabemos que estamos despiertos por lo inconsistente que son los conceptos que nosotros mismo creamos. La realidad y los sueños no son diferentes, es decir no sabríamos cuál es el sueño si durante doce horas estuviéramos despiertos y las otras doce horas restantes, soñando, ¿que diferente hay entre un sueño y la realidad?

“Si todas las noches nos sobreviniese el mismo sueño, nos ocuparíamos tanto de él como de las cosas que vemos cada día: si un artesano estuviera seguro de soñar las doce horas de cada noche que era rey, creo, entonces, que sería casi tan dichoso como un rey que soñara todas las noches durante doce horas que es artesano”[7].

Dice Nietzsche que en realidad apostamos más en vivir en un sueño (en lo mítico) que en una realidad científicamente razonable. Pone el ejemplo de la antigua Grecia, y dice ¿qué hay de pensamiento científico en los griegos antiguos? Preferían vivir entre dioses y ninfas, porque el sueño es más confortable, que una realidad sin mitos, e incluso los dioses son nuestros titiriteros en esa realidad de ensueño.

Si cada árbol puede hablar como una ninfa, o si un dios, bajo disfraz de toro, puede raptar a una doncella, si de pronto la misma diosa Atenea puede ser vista en compañía de Pisístrato por los mercados de Atenas sobre un hermoso carro —y así lo veía el honrado ateniense—, entonces todo, como en el sueño, es posible en cada momento, y la naturaleza entera pulula alrededor del hombre como si solamente fuese la mascarada de los dioses, que no hacen más que divertirse al engañar a los hombres bajo los más variados aspectos[8].

Pero nos comenta Nietzsche, que es el humano mismo quien gusta de estar enajenado por estas leyendas míticas, y nos dejamos deslumbrar como si estas leyendas fueran en realidad verdaderas. Somos tan verdaderamente destructores de nuestros mismos conceptos, que en realidad perdemos la percepción de la realidad, y así el hombre termina viviendo de intuiciones. “Esa monstruosa viguería y andamiaje de los conceptos, a las que de por vida se aferra el hombre menesteroso para salvarse, para el intelecto liberado es sólo un tinglado y un juguete para sus obras de arte más osadas: y, cuando lo destruye y confunde los pedazos, y lo recompone irónicamente, apareando lo más ajeno y separando lo más próximo, pone de manifiesto que no necesita de aquellas muletas de la indigencia y que ahora ya no es por conceptos que se rige, sino por intuiciones”[9].

Por último, nos deja ver el filósofo las diferencias entre el humano racional y el humano intuitivo. Comenta que el hombre racional entre más sapiencial mas infeliz, es decir los conceptos y las abstracciones solo lo llevarán a la desgracia y al dolor y esto es paradójico pues el humano de razón cae en esta desdicha en la búsqueda de la felicidad, por medio de conceptos y abstracciones. En cambio el hombre intuitivo, se instala en su cultura y entra en una zona de confort de serenidad y salud; pero en cambio será tan irracional en el sufrimiento como en la dicha. ¡Qué distinto se comporta el humano estoico ante los mismos contratiempos, instruido por la experiencia y gobernándose por conceptos.

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BIBLIOGRAFIA
Friedrich, Nietzsche. 1970,  Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Buenos Aires, Ed. Prestigio.

[1]Cf.  Friedrich, Nietzsche. 1970,  Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Buenos Aires, Ed. Prestigio p.1[2] Ibíd. p.2[3] Ibíd. p.3[4] Cf, Ibíd. p. 4[5] Cf. Ibíd. P. 12[6] Cf. Ibíd. P. 17[7] Cf. Ibíd. P. 17[8] Cf. Ibíd. P. 18[9] Ibíd. P.19

La verdad en el sentido extramoral de Nietzsche

El humano como agente creador sin duda supera a cualquier animal de la naturaleza.

Nietzsche
Nietzsche, Jasper y Salomé

El texto que se expone a continuación forma parte de la literatura filosófica del pensador alemán y data del año de 1873. En el texto titulado » Sobre Verdad y Mentira en Sentido Extramoral», Nietzsche hará una crítica a la postura científica que afirma que el mundo se rige por leyes físicas y matemáticas; al mismo tiempo, le refuta al positivismo la idea de que sólo lo que es comprobable mediante el método científico-técnico es verdadero. El texto se encuentra dividido en dos partes, la primera trata, sobre el interés que tenemos los hombres por la verdad, y que es la verdad; que pondrá la pauta a la segunda parte donde se concretara su crítica a la ciencia.

En la primera parte del texto, Nietzsche habla de la imposibilidad del humano en la naturaleza, el humano como un ser débil y desorientado que desea estructurar la naturaleza por su propio “bienestar mental”. “Cuán lamentable, cuán sombrío y efímero, sin fines y arbitrariamente, se presenta el intelecto humano en medio de la naturaleza”.[1] Su singular visión del intelecto humano es una perspectiva en la que el humano pone la razón como medio de subsistencia en la naturaleza, todo por la absurda idea que tenemos de sobrevivir, lo cual deja ver que, sin nuestro intelecto no seríamos capaces de existir. “El intelecto, como medio para la conservación del individuo, despliega sus principales fuerzas en la disimulación; pues ésta es el medio por el que se conservan los individuos más débiles, menos robustos, a quienes les está vedado llevar a cabo la lucha por la existencia con cuernos y agudos colmillos de fiera”.[2]

Lo que provoca en nosotros el conocimiento no es más que vanidad, es el creer que somos el centro del universo. Nietzsche llega a la conclusión de que el humano más estúpido es el filósofo, pues quiere hacer gala de su conocimiento y tener admiradores, el filósofo se engaña pues ese orgullo ligado al conocimiento, no hace más que poner una venda cegadora sobre los ojos y los sentidos del humano, cuando el intelecto no es más que una herramienta de nuestra patética existencia, según Nietzsche éste no es más que el arte del hombre de fingir.

En el humano, este arte de la disimulación llega a su cima; aquí la ilusión, la adulación, la mentira y el engaño, el hablar a las espaldas, el representar, el vivir de un brillo prestado, el enmascaramiento, la convención encubridora, el juego escénico ante los demás y ante sí mismo, en breve, el mariposeo constante en torno a la única llama de la vanidad, son de tal modo la regla y la ley, que nada hay casi más inconcebible entre los hombres como el surgimiento de un instinto puro y sincero de verdad.[3]

El humano utiliza la mentira por aburrimiento, por la necesidad que tiene de estar en sociedad, y puesto que desea vivir en paz utiliza la mentira como una especie de tratado para alcanzar ésta. La mentira haciendo gala de la hipocresía sirve para erradicar lo que Nietzsche denomina bellum omnium contra omnes (la guerra es de todos contra todos). El mentiroso emplea las designaciones válidas, las palabras, para hacer que lo irreal parezca realidad; “dice, por ejemplo, “soy rico”, mientras que, para su condición, “pobre” sería precisamente la designación correcta. Abusa de las convenciones fijas a través de suplantaciones arbitrarias o aun inversiones de los nombres.”[4] En este momento es cuando nacen las palabras verdad y mentira. Cuando el hombre ha creado arbitrariamente lo que es verdad, automáticamente rechaza de su sociedad a aquellos individuos que no la utilicen.

Ahora bien, la “verdad”, nos dice Nietzsche, no es una cuestión universal, es más bien una cuestión que varía entre las diversas culturas, y es por esta razón es que se segrega a quien no comparte la misma verdad. Pero aunque no existe una verdad universal, existen ciertos conceptos semejantes entre cada cultura, pero en este afán de búsqueda de la verdad cada pueblo encuentra a la misma bajo sus percepciones culturales.

Ser o no Ser? Es o no Es?

El humano como agente creador sin duda supera a cualquier animal de la naturaleza; somos más eficaces que una abeja comenta el filósofo, puesto que este insecto crea colmenas y panales de recursos que extrae de la naturaleza. En cambio, el hombre crea los conceptos de la nada es decir para definir al camello como mamífero, primero tuvimos que crear el concepto de mamífero. Con esto Nietzsche se refiere a que con nuestro argumento “verdadero” al decir “mira ahí va un animal mamífero, y señalas al camello” sin duda se estará hablando con verdad, pero con una “verdad limitada” puesto que salió de un razonamiento humano, ejemplifica diciendo, que es como ocultar un libro atrás de un arbusto, sabes que se encuentra detrás del arbusto porque tú mismo lo ocultaste. La verdad es subjetiva y limitada, pues no contiene un argumento que sea verdadero en sí real y universalmente válido, independientemente del hombre.

Con la idea del humano creador, Nietzsche retoma el olvido, la auto mentira y dice lo siguiente: “sólo porque el hombre se olvida a sí mismo como sujeto y, por cierto, como sujeto artísticamente creador, vive con alguna tranquilidad, seguridad y consecuencia; si pudiera salir un solo instante de los muros carceleros de esa creencia, desaparecería al punto su conciencia de sí”[5]. Lo que afirma el filósofo es que por medio del olvido perdemos la percepción de nuestro mundo, olvidamos por completo, que los animales, insectos y otros seres vivos, perciben el mundo de manera distinta que el hombre. Y el preguntarse cuál de estas percepciones del mundo es la correcta es inútil; puesto que para esto habría que medirse con la recta percepción es decir una medida que no está establecida, puesto que son percepciones distintas y el objeto no se adecúa al sujeto del mismo modo.

En conclusión sobre esta primera parte. Lo que el humano conoce en realidad es lo que aporta él mismo a estos factores de tiempo y espacio, lo matemático, lo natural. La verdad se encuentra en constante construcción y el hombre es quien tiene los planos de esta verdad, dentro de su esfera, dentro de su percepción.

En la segunda parte del texto, Nietzsche se enfocará en el método científico de la forma de conocer del humano, más específicamente en los conceptos y el lenguaje. Afirma que el humano constantemente está renovando los conceptos que él mismo forma, “Continuamente confunde las rúbricas y las celdillas de los conceptos, introduciendo nuevas transposiciones, metáforas, metonimias; continuamente muestra su deseo de dar forma al mundo presente del hombre despierto de modo tan abigarradamente irregular, tan inconsecuente, tan inconexo, tan encantador y eternamente nuevo, como lo es el mundo de los sueños”[6].

Nietzsche dice que vivimos en una especie de sueño que es transgredido por el arte y que de alguna manera solo sabemos que estamos despiertos por lo inconsistente que son los conceptos que nosotros mismo creamos.
La realidad y los sueños no son diferentes, es decir no sabríamos cuál es el sueño si durante doce horas estuviéramos despiertos y las otras doce horas restantes, soñando, ¿que diferente hay entre un sueño y la realidad? “si todas las noches nos sobreviniese el mismo sueño, nos ocuparíamos tanto de él como de las cosas que vemos cada día: si un artesano estuviera seguro de soñar las doce horas de cada noche que era rey, creo, entonces, que sería casi tan dichoso como un rey que soñara todas las noches durante doce horas que es artesano”[7]. Dice Nietzsche que en realidad apostamos más en vivir en un sueño (en lo mítico) que en una realidad científicamente razonable. Pone el ejemplo de la antigua Grecia, y dice ¿qué hay de pensamiento científico en los griegos antiguos? Preferían vivir entre dioses y ninfas, porque el sueño es más confortable, que una realidad sin mitos, e incluso los dioses son nuestros titiriteros en esa realidad de ensueño

Si cada árbol puede hablar como una ninfa, o si un dios, bajo disfraz de toro, puede raptar a una doncella, si de pronto la misma diosa Atenea puede ser vista en compañía de Pisístrato por los mercados de Atenas sobre un hermoso carro —y así lo veía el honrado ateniense—, entonces todo, como en el sueño, es posible en cada momento, y la naturaleza entera pulula alrededor del humano como si solamente fuese la mascarada de los dioses, que no hacen más que divertirse al engañar a los hombres bajo los más variados aspectos[8].

Pero nos comenta Nietzsche, que es el humano mismo quien gusta de estar enajenado por estas leyendas míticas, y nos dejamos deslumbrar como si estas leyendas fueran en realidad verdaderas. Somos tan verdaderamente destructores de nuestros mismos conceptos, que en realidad perdemos la percepción de la realidad, y así el hombre termina viviendo de intuiciones. “Esa monstruosa viguería y andamiaje de los conceptos, a las que de por vida se aferra el hombre menesteroso para salvarse, para el intelecto liberado es sólo un tinglado y un juguete para sus obras de arte más osadas: y, cuando lo destruye y confunde los pedazos, y lo recompone irónicamente, apareando lo más ajeno y separando lo más próximo, pone de manifiesto que no necesita de aquellas muletas de la indigencia y que ahora ya no es por conceptos que se rige, sino por intuiciones”[9].

Por último, nos deja ver el filósofo las diferencias entre el humano racional y el humano intuitivo. Comenta que el humano racional entre más sapiencial mas infeliz, es decir los conceptos y las abstracciones solo lo llevarán a la desgracia y al dolor y esto es paradójico pues el hombre de razón cae en esta desdicha en la búsqueda de la felicidad, por medio de conceptos y abstracciones. En cambio el humano intuitivo, se instala en su cultura y entra en una zona de confort de serenidad y salud; pero en cambio será tan irracional en el sufrimiento como en la dicha. ¡Qué distinto se comporta el hombre estoico ante los mismos contratiempos, instruido por la experiencia y gobernándose por conceptos!

Vivir entre Mitos. Dioses Griegos.

BIBLIOGRAFIA

Friedrich, Nietzsche. 1970,  Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Buenos Aires, Ed. Prestigio.


[1]Cf.  Friedrich, Nietzsche. 1970,  Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Buenos Aires, Ed. Prestigio p.1

[2] Ibíd. p.2

[3] Ibíd. p.3

[4] Cf, Ibíd. p. 4

[5] Cf. Ibíd. P. 12

[6] Cf. Ibíd. P. 17

[7] Cf. Ibíd. P. 17

[8] Cf. Ibíd. P. 18

[9] Ibíd. P.19

Aurora o la Crítica a la Moral de Nietzsche

La moral embrutece, porque hace

referencia a experiencias como:

la santidad, la antigüedad y

el carácter incuestionable de

las costumbres.

Nietzsche
Nietzsche

La obra de Nietzsche[1], Aurora, es considerada como: la destrucción de la moral europea, enraizada, en la cultura burguesa y los principios judeo-cristianos. Ahora bien, en la introducción, se sacan a relieve algunos temas que son útiles para adentrarse a la moralidad de la costumbres. Por ejemplo, se habla del principio de los doctos, la transfiguración, entre otras que, muestran al hombre, en su relación íntima con el aspecto moral.

De esta manera, se enfoca a su realidad, mencionando que, se están viviendo momentos de inmoralidad. “Por tal motivo, el poder de la costumbre se han debilitado, de manera tan sorprendente, y, el sentido de la moralidad se ha vuelto tan sutil y se ha elevado a una sublimidad tal, que casi, se podría decir que se ha evaporado”[2].

«Por lo tanto, el hombre moral es aquel que se concibe como el que se sacrifica más de las veces a las costumbres.»    

En efecto, la moral es la obediencia a las costumbres, cualesquiera que éstas sean, pero las costumbres  no son, sino, la forma convencional de evaluar y actuar. Ante la perspectiva de Nietzsche, el hombre libre es concebido como inmoral, porque quiere depender en todo de sí mismo y no de una tradición. Por ello se pregunta ¿Quién es el hombre más moral? “Por un lado, quien cumple la ley, más a menudo; y, sobre todo, quien lleva consigo la conciencia, siempre y en cualquier situación, por fugaz que sea, hasta el punto de que, su espíritu, se las ingenia constantemente, para descubrir nuevas ocasiones para cumplir la ley”.[3] Por lo tanto, el hombre moral es aquel que se concibe como el que se sacrifica más de las veces a las costumbres.    

Otro de los temas importantes de Nietzsche, es cuando trata de explicar: la moral del sufrimiento voluntario. Para ello, recurre al placer de la crueldad, la cual, constituye una virtud. Se dice que, una comunidad se fortalece experimentando actos de crueldad, en los cuales se supera el miedo. Es así que: “la crueldad es una de las más antiguas alegrías de la humanidad”.[4] De tal manera que los dioses, se animan cuando se les ofrece ciertos actos de crueldad. Además, se considera que la idea de sufrimiento voluntario, tiene un sentido y valor.
    

Continuando con la crítica hacia la moral, Nietzsche piensa que la moral embrutece, porque hace referencia a experiencias como: la santidad, la antigüedad y el carácter incuestionablde las costumbres. Con todo ello, se  delibera que la moralidad: “se opone a la formación de nuevas y mejores costumbres, o sea, embrutece”[5]. También, un aspecto relevante en el que se hace partícipe la moral, es cuando, no se cumple perfectamente una norma, ya que el hombre es un ser débil y pecador hasta el fondo de su alma y totalmente incapaces para la moralidad. Apoyándose en lo ya mencionado, el filósofo considera que: el hombre no puede aspirar a la felicidad. Es así que “las normas y las promesas morales han sido otorgadas a seres mejores”[6]

«El cristianismo tiene una moral, que sirve para reprimir  al hombre,  y así, tenerlos bajo su yugo. »

Es menester recordar que, uno de los temas importantes del primer libro de Aurora es el cristianismo, ya que éste, ha querido librar al hombre de las exigencias morales, mostrándole un camino más corto hacia la perfección. Ante este acontecimiento del cristianismo, Nietzsche se pregunta “¿quién sabe que la Biblia también describe la historia de una de las almas más ambiciosas e impacientes, una cabeza tan supersticiosa como ladina, a saber, la historia del apóstol San Pablo?[7] Por tal motivo, si se hubiera comprendido a su tiempo dicha historia, y sobre todo, los escritos de San Pablo – pero no como revelaciones del Espíritu Santo[8] – sino, con un espíritu recto, libre y propio; el cristianismo hubiera desaparecido. San Pablo[9] reflexionó y se dijo a sí mismo: Es absurdo perseguir a Jesucristo.
    

Posteriormente, el pensamiento cristiano, sugirió que, morir por el mal equivalía a morir por la ley. “Ser uno con Cristo equivalía a convertirse, como él, en destructor de la ley”[10]. Ciertamente el cristianismo se propagó por Roma, donde su pensamiento acerca del infierno y de la salvación tuvo gran auge. Así pues, “sólo el cristianismo convirtió toda desgracia en castigo, a saber, en castigo bien merecido”[11].

 Entre tanto, en el libro de Aurora; Nietzsche, da su concepción de lo que es la moralidad y su enfoque (cristianismo); hasta cierto punto, parece que la desecha conforme a la vivencia del ser humano, pues no es indispensable para vivir, ya que limita la naturaleza del hombre. También, hay que recordar que el cristianismo tiene una moral, que sirve para reprimir  al hombre,  y así, tenerlos bajo su yugo.

Bibliografía:

Friedrich Nietzsche, Aurora. Pensamientos sobre los prejuicios morales, Germán Cano (trad.), Madrid, Biblioteca Nueva, 2000.
Hirschberger, Johannes, Historia de la filosofía II, Barcelona, Editorial Herder, 1986.


[1]  Filósofo alemán del s. XIX. Advierte la decadencia del mundo burgués cristiano. Nace en 1844 en Rocken y muere en Weimar en 1990.

[2] Friedrich Nietzsche, Aurora. Pensamientos sobre los prejuicios morales, Germán Cano (trad.), Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 66

[3] Ibidem pág. 68

[4] Ibidem pág. 74

[5] Ibidem pág 75

[6] Ibidem pág 76

[7] Ibidem pág 100

[8] El Espíritu Santo es una Persona realmente distinta como tal, del Padre y el Hijo; Él es Dios y consustancial con el Padre y el Hijo.

[9] Es el primer cristiano. El inventor del cristianismo.

[10] Ibidem pág. 102

[11] Ibidempág 109