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El Miedo a la Libertad por Erich Fromm

«La naturaleza humana no posee un dinamismo propio, y los cambios psicológicos deben ser entendidos en términos de desarrollo de nuevos hábitos, como adaptación a nuevas formas culturales. «

Erich Fromm

Erich Fromm[1] considera que uno de los aspectos de suma importancia para la crisis social y cultural del hombre moderno es la libertad, y lo que expone en su libro: El miedo a la Libertad, es precisamente el significado de ésta, a partir de un análisis de toda la estructura del hombre moderno.

La tesis fundamental es que «el hombre moderno, liberado de los lazos de la sociedad preindividualista, no ha ganado la libertad en el sentido positivo de la realización de su ser individual, esto es, la expresión de su potencialidad intelectual, emocional y sensitiva,”[2] , en parte por los beneficios que le ha traído al humano dicha libertad, es decir, sobre la independencia que le brinda la racionalidad; y por otro lado, existen resultados negativos de dicha individualidad, como el aislamiento, que ha hecho que el humano contenga un ser ansioso e impotente.

Su obra es tan sólo un diagnóstico, un análisis, no tanto una solución y parte del proceso social, en el que el individuo es la entidad básica. Considera que para entender la dinámica del proceso social tenemos que entender la dinámica de los procesos psicológicos que operan dentro del individuo así como el marco cultural que le rodea.

La historia moderna, según Fromm, se hallaba centrada en torno al esfuerzo por alcanzar la libertad en detrimento de las cadenas económicas, políticas y espirituales que aprisionaban a los humanos en dicho momento histórico: “al luchar una clase por su propia liberación del dominio ajeno creía hacerlo por la libertad humana como tal.”[3] Es decir que las largas y virtuales batallas por la libertad, en donde las clases de una determinada etapa habían combatido contra la opresión, terminaban alienadas en la negatividad del sistema junto a los enemigos de la libertad cuando ésta había sido ganada. La libertad no ha ganado sus batallas, a pesar de que la historia pareciera probar que el humano puede gobernarse a sí mismo, tomar sus propias decisiones y pensar y sentir como lo creyera conveniente con naturalidad y sin mayor esfuerzo.

La Ideología

Los principios del liberalismo económico, de la democracia política, de la autonomía religiosa y del individualismo en la vida personal, dieron expresión al anhelo de libertad y al mismo tiempo parecieron aproximar a la humanidad a su plena realización. Con la abolición de la dominación se alcanzó el objetivo deseado: «la libertad del individuo».

Fue la Segunda Guerra Mundial el acontecimiento que es considerado por muchos como la victoria definitiva de la libertad. A pesar de dichas consideraciones, no han faltado diversos acontecimientos y corrientes políticas, culturales y sociales que han puesto en crisis la libertad alcanzada, un ejemplo son los actos extremistas de la ideología; sin embargo, por encima de toda circunstancia del ámbito que fuere, la amenaza más seria para la libertad y todas sus expresiones son nuestras propias actitudes personales y nuestras propias instituciones, que han sido coaptadas políticamente.

Existen una serie de factores humanos en la estructura del carácter del humano moderno que le hicieron desear el abandono de la libertad, por ejemplo, el ansia de sumisión y el apetito del poder. El problema de fondo se encuentra en los elementos psicológicos y su interacción con los económicos e ideológicos a través del proceso.

Fromm analiza con más precisión el sistema del Fascismo[4], sistema político que, en su esencia, no se dirige a las fuerzas racionales del autointerés, sino que despierta y moviliza aquellas fuerzas diabólicas de l humano que se creían inexistentes o, por lo menos, desaparecidas hace tiempo. El problema de la crisis de la libertad tiene su origen más allá de cualquier ideología, según Erich Fromm, lo constituye el carácter del individuo y según su planteamiento: “las inclinaciones humanas más bellas, así como las más repugnantes, no forman parte de una naturaleza humana fija y biológicamente dada, sino que resultan del proceso social que crea el hombre.”[5] De ahí que lo importante es analizar tanto la estructura de la persona como todo aquello que le rodea y que constituye su desarrollo psico-social. Desde este punto de vista, la sociedad no ejerce sólo una función de represión sino que también una función creadora.

Según los análisis de Fromm, la naturaleza humana no posee un dinamismo propio, y los cambios psicológicos deben ser entendidos en términos de desarrollo de nuevos hábitos, como adaptación a nuevas formas culturales. De ahí que la naturaleza humana, aun siendo producto de la historia, posee ciertos mecanismos y leyes inherentes.

Otro elemento importante en el individuo es la adaptación; el humano se adapta a las necesidades de la situación y crea algo nuevo en él, surgen nuevos impulsos coercitivos y nuevas angustias. Existen, sin embargo, necesidades arraigadas en la naturaleza humana, por ejemplo la necesidad de autoconservación, la necesidad de trabajar y producir, entre otras que constituyen su modo de vida que llega a ser el factor primordial en la determinación de toda la estructura de su carácter. Lo que resulta más temido para el hombre es el aislamiento y la soledad, “sentirse completamente aislado y solitario conduce a la desintegración mental”[6], necesariamente debe sentirse unido a los otros y cooperar para sobrevivir.

Recapitulando, la naturaleza humana no es ni la suma total de impulsos fijados por la biología, ni tampoco la sombra sin vida de formas culturales a las cuales se adapta de manera uniforme y fácil; es el producto de la evolución humana y existen ciertos factores en la naturaleza del hombre que parecen fijos e inmutables: la necesidad de satisfacer los impulsos biológicos y la necesidad de evitar el aislamiento y la soledad moral. Por tanto, afirma Fromm: “el hombre, cuanto más gana en libertad, en el sentido de su emergencia de la primitiva unidad indistinta con los demás y la naturaleza, y cuanto más se transforma en individuo, tanto más se ve en la disyuntiva de unirse al mundo en la espontaneidad del amor y del trabajo creador.”[7]

BIBLIOGRAFÍA             

 -FROMM, Erich, El miedo a la libertad, Paidos, México, 1991, p. 5-59. 


[1] Nació en marzo de 1900 en Alemania y murió el 18 de marzo de 1980 en Suiza. Fue uno de los principales exponentes del movimiento psicoanálitico del siglo XX. Trabajó estrechamente con pensadores de la Escuela de Francfort (Marcurse, Adorno y Benjamin). En 1949 se trasladó a México e impartió clases en la UNAM.

[2] FROMM, Erich, El miedo a la libertad, Paidos, México, 1991, p. 23.

[3]Ibid., p. 25.

[4] Es una ideología y un movimiento político totalitario que surgió en la Europa de entreguerras (1918-1939) en oposición a la democracia liberal y al proyecto de estado socialista, frente a los que se presenta como una tercera vía. Exalta la idea de nación frente a la de individuo o clase; suprime la discrepancia política en beneficio de un partido único y los localismos en beneficio del centralismo. Aprovecha los sentimientos de miedo y frustración colectiva para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda, y los desplaza contra un enemigo común (real o imaginario, interior o exterior), que actúa de chivo expiatorio frente al que volcar toda la agresividad de forma irreflexiva, logrando la unidad y adhesión (voluntaria o por la fuerza) de la población.

[5] FROMM, Erich, El miedo a la libertad, Paidos, México, 1991, p. 33.

[6]Ibid., p. 39.

[7]Ibid., p. 42

La Libertad

Aurora o la Crítica a la Moral de Nietzsche

La moral embrutece, porque hace

referencia a experiencias como:

la santidad, la antigüedad y

el carácter incuestionable de

las costumbres.

Nietzsche
Nietzsche

La obra de Nietzsche[1], Aurora, es considerada como: la destrucción de la moral europea, enraizada, en la cultura burguesa y los principios judeo-cristianos. Ahora bien, en la introducción, se sacan a relieve algunos temas que son útiles para adentrarse a la moralidad de la costumbres. Por ejemplo, se habla del principio de los doctos, la transfiguración, entre otras que, muestran al hombre, en su relación íntima con el aspecto moral.

De esta manera, se enfoca a su realidad, mencionando que, se están viviendo momentos de inmoralidad. “Por tal motivo, el poder de la costumbre se han debilitado, de manera tan sorprendente, y, el sentido de la moralidad se ha vuelto tan sutil y se ha elevado a una sublimidad tal, que casi, se podría decir que se ha evaporado”[2].

«Por lo tanto, el hombre moral es aquel que se concibe como el que se sacrifica más de las veces a las costumbres.»    

En efecto, la moral es la obediencia a las costumbres, cualesquiera que éstas sean, pero las costumbres  no son, sino, la forma convencional de evaluar y actuar. Ante la perspectiva de Nietzsche, el hombre libre es concebido como inmoral, porque quiere depender en todo de sí mismo y no de una tradición. Por ello se pregunta ¿Quién es el hombre más moral? “Por un lado, quien cumple la ley, más a menudo; y, sobre todo, quien lleva consigo la conciencia, siempre y en cualquier situación, por fugaz que sea, hasta el punto de que, su espíritu, se las ingenia constantemente, para descubrir nuevas ocasiones para cumplir la ley”.[3] Por lo tanto, el hombre moral es aquel que se concibe como el que se sacrifica más de las veces a las costumbres.    

Otro de los temas importantes de Nietzsche, es cuando trata de explicar: la moral del sufrimiento voluntario. Para ello, recurre al placer de la crueldad, la cual, constituye una virtud. Se dice que, una comunidad se fortalece experimentando actos de crueldad, en los cuales se supera el miedo. Es así que: “la crueldad es una de las más antiguas alegrías de la humanidad”.[4] De tal manera que los dioses, se animan cuando se les ofrece ciertos actos de crueldad. Además, se considera que la idea de sufrimiento voluntario, tiene un sentido y valor.
    

Continuando con la crítica hacia la moral, Nietzsche piensa que la moral embrutece, porque hace referencia a experiencias como: la santidad, la antigüedad y el carácter incuestionablde las costumbres. Con todo ello, se  delibera que la moralidad: “se opone a la formación de nuevas y mejores costumbres, o sea, embrutece”[5]. También, un aspecto relevante en el que se hace partícipe la moral, es cuando, no se cumple perfectamente una norma, ya que el hombre es un ser débil y pecador hasta el fondo de su alma y totalmente incapaces para la moralidad. Apoyándose en lo ya mencionado, el filósofo considera que: el hombre no puede aspirar a la felicidad. Es así que “las normas y las promesas morales han sido otorgadas a seres mejores”[6]

«El cristianismo tiene una moral, que sirve para reprimir  al hombre,  y así, tenerlos bajo su yugo. »

Es menester recordar que, uno de los temas importantes del primer libro de Aurora es el cristianismo, ya que éste, ha querido librar al hombre de las exigencias morales, mostrándole un camino más corto hacia la perfección. Ante este acontecimiento del cristianismo, Nietzsche se pregunta “¿quién sabe que la Biblia también describe la historia de una de las almas más ambiciosas e impacientes, una cabeza tan supersticiosa como ladina, a saber, la historia del apóstol San Pablo?[7] Por tal motivo, si se hubiera comprendido a su tiempo dicha historia, y sobre todo, los escritos de San Pablo – pero no como revelaciones del Espíritu Santo[8] – sino, con un espíritu recto, libre y propio; el cristianismo hubiera desaparecido. San Pablo[9] reflexionó y se dijo a sí mismo: Es absurdo perseguir a Jesucristo.
    

Posteriormente, el pensamiento cristiano, sugirió que, morir por el mal equivalía a morir por la ley. “Ser uno con Cristo equivalía a convertirse, como él, en destructor de la ley”[10]. Ciertamente el cristianismo se propagó por Roma, donde su pensamiento acerca del infierno y de la salvación tuvo gran auge. Así pues, “sólo el cristianismo convirtió toda desgracia en castigo, a saber, en castigo bien merecido”[11].

 Entre tanto, en el libro de Aurora; Nietzsche, da su concepción de lo que es la moralidad y su enfoque (cristianismo); hasta cierto punto, parece que la desecha conforme a la vivencia del ser humano, pues no es indispensable para vivir, ya que limita la naturaleza del hombre. También, hay que recordar que el cristianismo tiene una moral, que sirve para reprimir  al hombre,  y así, tenerlos bajo su yugo.

Bibliografía:

Friedrich Nietzsche, Aurora. Pensamientos sobre los prejuicios morales, Germán Cano (trad.), Madrid, Biblioteca Nueva, 2000.
Hirschberger, Johannes, Historia de la filosofía II, Barcelona, Editorial Herder, 1986.


[1]  Filósofo alemán del s. XIX. Advierte la decadencia del mundo burgués cristiano. Nace en 1844 en Rocken y muere en Weimar en 1990.

[2] Friedrich Nietzsche, Aurora. Pensamientos sobre los prejuicios morales, Germán Cano (trad.), Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 66

[3] Ibidem pág. 68

[4] Ibidem pág. 74

[5] Ibidem pág 75

[6] Ibidem pág 76

[7] Ibidem pág 100

[8] El Espíritu Santo es una Persona realmente distinta como tal, del Padre y el Hijo; Él es Dios y consustancial con el Padre y el Hijo.

[9] Es el primer cristiano. El inventor del cristianismo.

[10] Ibidem pág. 102

[11] Ibidempág 109

Modernidad Líquida de Sygmunt Bauman

Lo “grande”, no sólo ha dejado de ser “mejor”,
sino que, ha perdido cualquier sentido racional.
Lo pequeño, lo liviano, lo más portable
significa ahora mejora y “progreso”.

Bauman
Bauman

Este, es un bosquejo general del prólogo y el primer apartado «Emancipación» sobre Modernidad Líquida, escrita por, Zygmunt Bauman.

Dicha sección, nos introduce, en una descripción de la sociedad actual, de sus manifestaciones: sociales, políticas y económicas. Sin duda, la descripción, muy propia del autor, ofrece, una forma de dirigirnos a, un conglomerado de paradigmas. La forma, en la cual, es descrita, posee la peculiaridad de una analogía, lo suficientemente, apropiada, para traer, a nosotros, una idea inmediata, de lo que Bauman, denomina modernidad líquida.

La modernidad tardía; sociedad moderna tardía; sociedad de la segunda modernidad o posmodernidad: son las formas diversas en que podemos referirnos al periodo contemporáneo.

Habiendo así, diversas referencias de la época contemporánea. Pero ¿ A qué denomina Bauman “modernidad líquida” ? Nos referiremos, al término “líquido”, este deviene de una especie de analogía, que el mismo autor realiza entre la sociedad, en donde, las propiedades del estado líquido, resultan adecuadas, para adjetivar la modernidad. Sin embargo, para obtener resultados positivos con tal definición, primero, revisaremos la historia, que remite al periodo de la modernidad, específicamente, a los rasgos característicos del Renacimiento.

Los elementos que Bauman explora, de la sociedad contemporánea, definida indiscutiblemente, en su orden capitalista; develan qué: elementos de este capitalismo subsisten en el tiempo, y, también, se pregunta por las características que se han modificado. El análisis de la contingencia capitalista, concentra a Bauman, y, aborda a la modernidad líquida como una denominación explícita del ámbito sociológico; también, pretende explicar el cambio y la transitoriedad de la sociedad moderna, sus diversos sucesos de movimiento, apoyándose, de una imagen argumentativa, basada, en la metáfora de la liquidez. Por ejemplo, habla sobre: la superficialidad de las relaciones humanas, en medio de, una sociedad de carácter individualista; cuya causa, radica en: el carácter volátil de dichas relaciones.

Los “grilletes” de las relaciones sociales se manifiestan, en los vínculos que condicionan las relaciones humanas, cuyo nexo es el dinero

Los fluidos no se fijan al espacio ni se atan al tiempo. Lo que cuenta, es el flujo del tiempo más que el espacio. En cierto sentido, los sólidos cancelan el tiempo; para los líquidos, por el contrario, lo que importa es el tiempo.[1] Bauman lo denomina levedad, la levedad se opone a la rigidez, y, a lo pesado. Cualquier sólido es pesado, pero no, los líquidos, es por ello, que, este carácter de “liviandad”, como elemento de asociación, permite, expresar que, aquello que es liviano, posee movilidad, y, de manera práctica, bien sabemos, que, cuanto menos pesada sea una cosa se torna con mayor facilidad su traslado.

Derretir los sólidos, significa: desprenderse de las obligaciones que se interponen en el camino de, un cálculo racional de los efectos […] la disolución de los sólidos, condujo a, una progresiva emancipación de la economía, de sus tradicionales, ataduras políticas, éticas y culturales. Sedimentó un nuevo orden, definido primariamente en términos económicos. Ese nuevo orden debía de ser más sólido.[2] Los “grilletes” de las relaciones sociales se manifiestan, en los vínculos que condicionan las relaciones humanas, cuyo nexo es el dinero, es decir, aquello que vale la pena conservar, así toda acción se reduce a términos económicos, términos que dominan la totalidad de la vida humana.

Sin embargo, como producto de la pérdida de control y fruto de la rigidez que albergan estas sociedades, tan complejas, como la moderna, cuyo cambio es difícil. Por tanto, los subsistemas, que se sostienen en ella, son rígidos y sin posibilidad de elección, pero, éstos, no surgen de una sociedad que posee un gobierno dictatorial, ni de la subordinación, o de la esclavitud, sino que, la situación actual, emergió, de la disolución radical, de aquellas amarras, acusadas –justa o injustamente- de limitar la libertad individual de elegir y de actuar. La rigidez del orden es el artefacto y el sedimento de la libertad de los agentes humanos.[3]

Tiempo Líquido. Pintura de: Salvador Dalí

“Volvió sobre sí misma”, la época de la soidisant “modernización de la modernidad” habla de “categorías zombis”, que están “muertas y todavía vivas”.[4] Es bajo esta afirmación, citada por Bauman, en la que Ulrich Beck, define a las estructuras de comunicación de las vidas individuales, arguyendo que, estas estructuras, como principios de afección de las instituciones existentes, fungían como, celdas de los proyectos y estrategias de vida, pero, para poder salir de esta prisión, necesariamente, cada individuo se veía en la necesidad de utilizar su propia libertad.

Otro de los elementos que impulsan a Bauman, y algunos otros autores, a hablar del fin de la modernidad, es el hecho, de las relaciones de poder, que podemos ver, de manera “encarnada”, en las diversas instituciones y empresas que se sustentan en el sistema del capitalismo. Actualmente, quien sustenta el poder, no necesariamente, tiene que estar expectante de sus súbditos, como lo era con el sistema panóptico. En el panóptico, lo que importaba era: la estática de los vigilantes; las personas eran imprescindibles para la vigilancia desde la torre de control. En las relaciones de poder pos-panópticas, lo que importa es que, la gente que maneja el poder – del que depende el destino de los socios menos volátiles de la relación – puede ponerse, en cualquier momento, fuera de alcance […] y volverse absolutamente inaccesibles.[5] Actualmente, las barreras territoriales, han sido superadas, y, se habla entonces de un salto cualitativo del poder, en el que se otorga el carácter extraterritorial, puesto que, no necesariamente, quien sustenta el poder, tiene la necesidad, de trasladar su cuerpo; sino que, se apoya, en la velocidad electrónica, de las diversas tecnologías, para estar ahí.

La verdad que hace libres

a los hombres, es en gran parte,

la verdad que los hombres

prefieren no escuchar.[11]

Estamos asistiendo a la venganza del nomadismo, contra el principio de la territorialidad y el sedentarismo. En la etapa fluida de la modernidad, la mayoría sedentaria, es gobernada por una élite nómade y extraterritorial.[6] Las notas precedentes quieren ser una especie de recordatorio, de cierta conciencia histórica, que podemos visualizar, como en el periodo pre-moderno, es este periodo, alejado en demasía, por el tiempo, donde, la sociedad acostumbraba a vivir de manera nómada. Sin embargo, el paso del tiempo y las capacidades humanas, modificaron las costumbres, llegando así, a ser sedentarios. Entonces, en el momento en que, la modernidad se asienta, en este modo de permanecer, rechaza el condicionamiento nómada, que se encuentra, al margen de las fronteras trazadas por los cronopolíticos[7] ; quienes, consideran a los nómadas, como subdesarrollados y primitivos, pues, la sociedad moderna, se construye, sobre fronteras bien trazadas y definidas como parte de la definición de un estado. Pero, el proceso actual, se presenta como: el fin de la modernidad sólida. Llamada la era del compromiso mutuo, que, está siendo licuada, por la nueva forma de poder. Esta consiste, en poseer a distancia, y, conquistar de manera intermitente, como en el caso de las guerras. Las nuevas invasiones bélicas, consisten en atacar y huir, una vez conquistado el nuevo territorio, el poder puede ejercerse, sin la presencia física del dominador. Por lo que, la concepción del estado sedentario, con determinados límites territoriales comienza a fluir.

EMANCIPACIÓN

Liberarse, significa literalmente, deshacerse de las ataduras que impiden o constriñen el movimiento, comenzar a sentirse libre de actuar y moverse.[8] El movimiento, que implica la libertad, puede ser visto desde dos puntos, o en todo caso, podemos hablar de dos tipos de libertad: el primer supuesto de libertad, que considera Bauman, es la libertad objetiva, y, el segundo, es la libertad subjetiva. Ambos supuestos, demuestran que, en cada miembro de la sociedad, se debe hallar un equilibrio entre: los deseos, la imaginación y la capacidad de actuar, de tal modo que, la libertad de cada individuo sea auténtica. Sentirse libres de restricciones; libre de actuar según el propio deseo: implica alcanzar un equilibrio entre los deseos, la imaginación y la capacidad de actuar; nos sentimos libres, siempre y cuando, nuestra imaginación no exceda nuestros verdaderos deseos, y, ni una, ni los otros, sobrepasen nuestra capacidad de actuar.[9]

La Libertad. Bauman

Sin embargo, hay quienes, se conforman con lo que tienen, suponiendo que, en su “comodidad”, gozan de libertad, por temor a perder aquello que, ellos conocen como libertad. De igual modo, la libertad implica, que el resultado de su búsqueda no sea el esperado, por lo que, se le tiene temor a la responsabilidad, que la libertad trae consigo: lo que experimentamos como libertad no lo sea en absoluto; que las personas, puedan estar satisfechas de lo que les toca, aunque diste mucho de ser “objetivamente” satisfactorio; que, viviendo en la esclavitud, se sientan libres y por lo tanto, no experimenten ninguna necesidad de liberarse…[10] La verdad que hace libres a los hombres, es en gran parte, la verdad que los hombres prefieren no escuchar.[11]

Se tiene que rediseñar

el tipo de relación

de los individuos,

en la sociedad: tiene que fluir.

Así, la búsqueda de la libertad, deriva en una rutina, que si bien, tiende a la degradación. También, puede proteger, por tanto, las normas de la sociedad, que ejercen, una “dependencia” liberadora, que puede ser considerada, como la máxima libertad, que es posible alcanzar. Por otro lado, bajo esta perspectiva liberadora, se describe el capitalismo como un fordismo, en el cual, las personas son dominadas por otras personas, bajo un rígido sistema de producción.

Es así, como el capitalismo, ha dominado, por más de doscientos años. Es este esquema riguroso, que no permite iniciativa, ni el más mínimo ápice de creatividad e ingenio, sino de movimientos monótonos y automáticos. Sin embargo, el capitalismo, como emblema de la modernidad líquida, tiene que fluir. Así, la libertad, bajo un esquema semejante, se mueve a la concepción del “individuo”, donde se pone en evidencia la identidad de la humanidad. Identidad como tarea: así se debe cargar con la responsabilidad, de lo que, el humano será.

Por tanto, la conformación de la libertad de los miembros de la sociedad, se encamina a dejar a un lado al individuo de jade[12], el cual, posee una libertad negativa, es decir que, posee una libertad impuesta, en cambio, el individuo de facto, posee una libertad positiva, es esta libertad, a la que el individuo debe dirigirse. Para ello, es necesario, que esta libertad como capacidad de autoafirmación, tiene que “colonizar” lo privado, es decir que, se tiene que rediseñar el tipo de relación de los individuos, en la sociedad: tiene que fluir.

Bibliografía
Bauman Zygmunt, Modernidad Líquida, Fondo de Cultura Económica, México, 2003, pp. 8-58


[1] Bauman Zygmunt, Modernidad Líquida, Fondo de cultura económica, México, 2003, p. 8

[2]Íbidem, p. 10

[3]Íbidem, p. 11

[4] Íbidem, p. 12

[5] Íbidem, p. 16

[6] Íbidem, p. 18

[7]El tiempo significaba la “jerarquía”, después era sinónimo de “mejor”, y “malo” de “rebasado” o “no propiamente desarrollado”. (El pequeño problema era enviar los fenómenos no aprobados al pasado… construirlos como reliquias que habían rebasado su tiempo, y vivir en el presente con tiempo prestado; de hecho, como sus portadores ya estaban muertos, no eran sino zombis que deberían enterrarse a la brevedad por su propio bien y el de los demás). Esta visión encajaría tanto con la necesidad de legitimar la conquista y subordinación de diferentes territorios y culturas como con la de presentar la diseminación del conocimiento como el principal mecanismo no sólo de cambio, sino de cambio favorable… Johannes Fabian denominó a este extendido hábito “cronopolítica”, ya que representaba la diferenciación temporal sobre la flecha del tiempo, de manera que las opciones culturales podrían describirse como “alocrónicas”, es decir que pertenecen a otra época y sobreviven hasta nuestros días gracias a falsas pretensiones. Bauman Zygmun, Ética posmoderna, Siglo XXI, España, 2009, p. 29

[8] Íbidem, p. 21

[9] Íbidem, p. 22

[10] Ídem.

[11] Íbidem, p. 40

[12] El individuo de jade es aquel que posee una libertad negativa, aunque impuesta de manera legal, en este caso por el sistema capitalista. A su vez es distinto del individuo de facto quien posee la libertad positiva, la cual identificamos como la capacidad de autoafirmación. Para Bauman, en términos sociales, quiere decir la “colonización” de lo público a lo privado para que el individuo viva en sociedad por el bien común.