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Michel Foucault: Edipo Rey y la lucha por el Poder.

Para Foucault, toda la obra de Sófocles gira en una búsqueda de la verdad, el cual es su objetivo principal. 6

El viejo topo.

Uno de los grandes filósofos del siglo XX es sin duda Michel Foucault. Nace en Francia en el año de 1926. Estudió en un colegio jesuita donde destacó por su inteligencia. Se licenció en filosofía y psicología, y trabajó en distintas universidades.

Sus obras abarcan distintos temas, que van desde la psiquiatría, medicina, las prisiones, la sexualidad humana, etc. En 1961, conoció a Daniel Defert, con quien vivió por el resto de su vida. Muere en 1984 en Paris.1 

En este trabajo, nos enfocamos en una conferencia que impartió en Río de Janeiro, en el año de 1973, sobre el mito de Edipo Rey, dicha conferencia la encontramos en su obra: La verdad y las formas jurídicas. Michel Foucault, hace un exaustivo análisis del mito de Edipo Rey de Sófocles, donde descubre, que en el fondo de dicha narración, se encuentra una lucha de poder, contrario a lo que decía Freud, que es, que: en dicho mito, se develan los deseos y el inconsciente del ser humano.2 

Esto, ha quedado más claro desde, la publicación del libro Anti-Edipo de Deleuze, el cual, nos revela que el triángulo edípico, no tiene ninguna verdad histórica de nuestro deseo, sino más bien, el psicoanálisis, se vale de este mito, para imponer una cura a los deseos y al inconsciente del hombre.3

Para Michel Foucault, el mito de Edipo Rey, representa la relación entre el poder y el saber, es decir, entre el poder político y el conocimiento, el cual hasta el día de hoy se sigue dando.4 El mito de Edipo Rey es el primer testimono claro sobre las prácticas judiciales griegas, donde el fin es investigar la verdad, pero ¿en qué consiste la investigación de la verdad en la Grecia antigua?

El primer testimonio se remonta ha La Ilíada de Homero, donde Antíloco y Menelao compiten en una carrera de carros en honor del fallecido Patroclo. Se coloca a una persona en un lugar estratégico, el cual está allí para ver que todo transcurra con normalidad. Antíloco llega primero a la meta y, Menelao lo acusa de haber cometido una irregularidad. Sin embargo, para esclarecer este asunto, no se llama, al que vio el hecho irregular, es decir, al testigo, sino, se hace por medio de un desafío.

Menelao, le pide que jure ante Zeus que no cometió ninguna irregularidad, Antíloco no lo hace, y, reconoce su culpabilidad. De este modo, la verdad se hace presente por medio de un desafío o prueba.5 

Si se posee el saber, es preciso renunciar al poder, porque es un binomio que no puede tener el poder político, porque éste es ciego.

Para Foucault, el esclarecimiento de la verdad, obedece a una ley, a la cual llama “ley de las mitades”. Porque la verdad que va apareciendo a lo largo de la obra de Edipo Rey se ajusta y acopla de una forma muy particular.

Algunos ejemplos, en los cuales, queda claro esta ley de las mitades son los siguientes: Creonte va a consultar al dios Apolo… sobre un asunto que incumbe a todo el pueblo de Tebas, de regreso, le dice al rey que: el país está amenazado por una maldición, pero, no dice, quien fue el causante de dicha maldición; esto, hace que se formule otra pregunta: ¿Quién es el causante de dicha maldición? la causa es un asesinato, y esto vuelve a hacer, que se formule, nuevamente, otra pregunta: ¿Quién es el asesinado? el rey Layo, y, otra pregunta ¿Quién lo asesino?…, es decir, que es un juego de mitades, donde cada una se acopla a otra.7

De la misma manera, el adivino Tiresias, le recuerda, que prometió desterrar a aquel que haya matado al rey Layo, y ahora que lo cumpla. El dios Apolo, le dice que: si quiere que termine la peste, debe expiar la falta. Con esto, la verdad se asoma pero de una forma profética.8 

La profecía decía que: Edipo habría de matar a su padre y casarse con su madre. Pero, Edipo, al creer que, era hijo de Polibio, piensa que, la profecía no se ha cumplido. Sin embargo, el esclavo de Polibio, le viene a avisar la muerte de su padre, y esto parece consolarlo, porque era otra señal, la profecía no se llevo a cabo, pero, el esclavo, le confiesa que Polibio, en realidad, no es su padre.

A él, se lo dieron a un pastor, el cual, debía abandonarlo en el bosque, pero, no pudo hacerlo y en cambio, él lo entregó a Polibio, quien lo crió como un hijo. Edipo, escapó de su padre, para que no se cumpliera la maldición y, llegó a Tebas, donde todo ocurrió, tal como estaba predicho. De esta forma, la verdad queda revelada por el esclavo y el pastor.9

La verdad, que aparecía como profecía, se hace realidad, por medio de la boca del pastor y el esclavo, los cuales son testigos directos de este hecho, es decir, “son la mirada del testimonio”.10 Con esto, la verdad, deja de ser un mero desafío como lo era con Homero, y de la misma manera, deja de ser una mera profecía para convertirse en testimonio de alguien más.

No es negar del todo, la profecía de los dioses, sino que, dicen lo mismo, pero de manera diferente. De esta forma, Foucault dice que “el recuerdo y el discurso de los hombres son como una imagen empírica de la gran profecía de los dioses”.11

¿Como hacer para no perder el poder y conservarlo?

Para Freud, Edipo era un hombre del inconsciente, del no saber, del olvido…12 pero, era todo lo contrario, sabía demasiado porque sabía unir su saber y su poder, lo cual, queda demostrado, desde el título de la obra: Edipo Rey.

Este, en ningún momento de la obra, defiende su inocencia, porque, lo que busca es ¿Como hacer para no perder el poder y conservarlo? Algunos ejemplos, donde queda demostrado como ejerce el poder, son los siguientes:

Un poblador de Tebas le dice: “Tú, tienes el poder, debes curarnos de la peste”, y, responde Edipo: “No sólo les afecta a ustedes, sino, a mi soberanía y, a mi realeza”. Al verse acorralado por el dios Apolo y por el adivino, le dice a Tiresias: “Tú quieres mi poder”, y, has levantado una conspiración contra mí, para quitármelo. No le asusta haber matado a su padre,o ser esposo de su madre, sino lo que en realidad lo perturba es perder el poder que posee.13

Sin embargo, el pueblo, se da cuenta, de todo lo sucedido y, lo destituye de su cargo con las siguientes palabras: “Nosotros te llamábamos nuestro rey”, es decir, le arrebatan toda su realeza, todo su poder, que antes le habían otorgado, mediante, otras palabras como: “Edipo todopoderoso”.

Pasó de ser un hombre miserable, abandonado, perdido… a un hombre muy poderoso, o sea, conoció la miseria y la gloria.14 Estas, son características de dos personajes: el héroe legendario, que pierde su patria, y, después de varias pruebas, se reencuentra con la gloria; y, el tirano, que está en la cúspide del poder, pero siempre, se siente amenazado de perderlo.

Para Foucault, Edipo representa el saber y poder, poder y saber, porque, ejerce un poder tiránico y solitario, quiere gobernar por sí sólo, ver por sí mismo, sin explicar a dioses ni a hombres, pero al final coinciden los designios de los dioses y el recordar del pueblo.15 

Por lo tanto, con Edipo Rey, se rompe el binomio poder político y saber, porque con esto, se garantiza la supervivencia de la sociedad. A partir de este momento, el poder pertenece al hombre ignorante, porque al saber demasiado -Edipo- nada sabía.16 De este modo, el filósofo y el adivino son comunicadores de la verdad, y el pueblo, a pesar de no tener poder, puede dar testimonio de la verdad.

Foucault, dice que, en Occidente, ha reinado la idea de que: si se posee el saber, es preciso renunciar al poder, porque es un binomio que no puede tener el poder político, porque éste es ciego.

Termina diciendo que Nietzsche, tiene razón, cuando dice que: “el poder político no está ausente del saber, sino está entramado con éste”.17

Bibliografía

  • Foucault, Michel, “Segunda Conferencia” en La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 1991, p. 37-59.
  • Foucault, Michel, en línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Michel_Foucault. Consultado el día 31 de enero de 2011.

1Michel Foucault, en línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Michel_Foucault. Consultado el día 31 de enero de 2011.

2Cfr. Michel Foucauld, “Segunda Conferencia” en La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 1991, p. 37.

3Ibid, p. 38.

4Ibid, p. 39.

5Cfr. Ibid. p. 40-41.

6Ibid, p. 42.

7Ibid, p. 42-43.

8Ibid. p. 43.

9Ibid, p. 47.

10Ibid. p. 48.

11Ibidem.

12Cfr. Ibid. p. 49.

13Ibid. p. 50.

14Ibid, p. 52.

15Ibid, p. 56.

16Ibid, p. 57.

17Ibid, p. 59.

Max Weber: La Política como Vocación

El Estado, al igual que toda entidad política: es un enlace de dominio de individuos sobre individuos, sostenido, mediante, la legítima violencia.

M. WEBER

Max Weber, en su conferencia sobre “la política como vocación”, dentro de su obra El político y el científico, manifiesta, en un primer momento, lo que él entiende por política, afirmando que: solamente es, “la dirección o la influencia sobre la trayectoria de una entidad política, esto es, en nuestros tiempos: el Estado”[1].

El Estado es, a su vez, una comunidad humana, dentro de los límites de un territorio establecido, ya que este es, un elemento que lo distingue, reclamando para sí el monopolio de la legítima violencia física.

Por tanto, el concepto de político significa: la aspiración a tomar parte en el poder o de influir en la distribución del mismo, ya sea entre los diferentes estados, ya en lo que concierne, dentro del propio Estado, a los distintos grupos de individuos que lo integran.

El Estado, al igual que toda entidad política, es un enlace de dominio de individuos sobre individuos, sostenido mediante la legítima violencia. Tal dominio, tiene su fundamento en tres justificaciones internas concretas:

“la legitimidad del perdurable ayer, la validez de un hábito cuyos comienzos se pierden en los tiempos, y la orientación del individuo, por costumbre, hacia su respeto […] Segundo, la facultad de la gracia (carisma) personal y extraordinaria […] Por último, una legitimidad apoyada en una base legal, que da por cierta la validez de preceptos legales en razón de su competencia objetiva”[2].

Por otra parte, al tratar el concepto de Estado Moderno, que surge a partir del momento en que, el príncipe, procede a la expropiación de titulares privados de poder administrativo que tiene junto a él;  Weber señala que, es una unidad de dominación de índole institucional, cuyos fines, con éxito en los resultados, han sido monopolizar, como medio de dominación, la legítima violencia física dentro de su territorio: “para lo cual, ha reunido todos los elementos materiales a disposición de su dirigente, expropiando a todos los funcionarios estamentales que por derecho propio disponían de ellos y, sustituyéndolos con sus propias superioridades jerárquicas”[3].

Al continuar este proceso político, fue que surgieron los políticos profesionales, aquellos que: no deseaban gobernar en calidad de caudillos carismáticos, sino, actuar al servicio de jefes políticos, no sólo a los príncipes, sino también a otros poderes, y es que, es posible ejercer influjo en la distribución del poder entre las diferentes configuraciones políticas y dentro de cada una de éstas, tanto, en calidad de político ocasional, como de profesión ejercida secundaria o primordialmente; tal como ocurre en el terreno de la economía.

Hay dos formas para hacer de la política una profesión, según Weber: “vivir para la política o vivir de la política […] Aquel que vive para la política hace de ello su vida, en el sentido íntimo, o se solaza, simplemente, en el ejercicio del poder que conserva, o, mantiene su equilibrio y la tranquilidad en su conciencia, por haber dado, un sentido a su vida, al haberla puesto al servicio de algo.

Entre vivir “para” y vivir “de” la política existe una diferencia, ya que, el individuo que vive de la política, se coloca en un nivel mucho más burdo, es en el nivel económico”[4]. Quien vive de la política como profesión, ésta es su fuente de ingresos; quien vive para la política se encuentra en un nivel más alto.

Después de hacer un recorrido general por las diferentes formas de Estado surgidas en Europa, principalmente, a lo largo de la historia, Weber, comienza a hablar del Estado constitucional, re instaurando la democracia, haciendo del “demagogo” la figura clásica del político de Occidente: “La demagogia  moderna se vale asimismo del discurso […] abusa de él en cantidades abrumadoras […] se sirve, de la palabra impresa, como instrumento permanente. Es, en la actualidad, el publicista político y, en especial, el periodista, son los representantes más notables de la figura del demagogo”[5]. Sin embargo, en el Estado moderno, en el caso del periodista, éste tiene, menor influencia, comparándolo con el “magnate capitalista” de la prensa.

Por otro lado, Weber, expresa que los interesados en la vida política se llenan de adeptos, que proporcionen, medios económicos y, aseguren la conquista de los votos en la lucha política. Los políticos profesionales, tratan de conseguir el poder, mediante el vulgar y pacífico reclutamiento del partido, en el tráfico electoral.

Más adelante, el sociólogo alemán establece tres cualidades de mayor importancia para un político: pasión, sentido de responsabilidad y mesura. Con respecto a la pasión, ésta, se trata de un romanticismo de lo intelectivamente atractivo, que gira en el vació y carece del menor sentido de responsabilidad objetiva. La pasión, no hace político al hombre, si no se entrega a una causa y, no se vale de la responsabilidad para dicha causa, como luz que guíe la acción. Para ello, es necesario, tener aptitud para dejar que la realidad penetre en uno, sin que deje de mantenerse retirado, no pierda la entereza. En otras palabras, es indispensable conservar la distancia con los hombres y las cosas. “La política se lleva con la cabeza y no con otras partes del cuerpo o del espíritu”[6].

Por último, la política cosiste en una prolongada y ardua lucha contra tenaces resistencias para vencer, requiriendo al mismo tiempo, pasión y mesura. Es del todo cierto, que en este mundo, no se llega jamás a los posible, si no se intenta, repetidamente, lo imposible; pero, para realizar esta tarea, es indispensable armarse de fuerza de voluntad, que les permita soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren, mostrarse incapaces de realizar, inclusive, todo lo que aún es posible.

“Únicamente, quien está seguro de no doblegarse, cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado necio o demasiado abyecto para aquello que él está ofreciéndole; únicamente, quien, ante todas las adversidades, es capaz de oponer un ‘sin embargo’; únicamente un hombre constituido de esta suerte, podrá demostrar: su ‘vocación para la política’”[7].

Bibliografía

  • Max Weber, El político y el científico, México, Premia, 1980, pp. 07-60.

[1] Max Weber, El político y el científico, México, Premia, 1980, p. 07.

[2]Ibídem, pp. 08-09.

[3]Ibídem, p. 12.

[4]Ibídem, p. 14.

[5]Ibídem, p. 26.

[6]Ibídem, p. 46.

[7]Ibídem, p. 60.