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Horkheimer : La Odisea y el Prototipo Capitalista

La superioridad del ser humano reside en el saber.

Horkheimer
Adorno y Horkheimer

En el segundo capítulo del libro «Dialéctica del Iluminismo«, Horkheimer realiza una crítica a una de las obras de Homero, exponiendo que, en La Odisea se encuentra referido, el prototipo del el pensamiento en la etapa denominada ilustración, y que, lo contenido en tal obra, refleja a la sociedad en la que está inmerso Horkheimer, es decir, una sociedad capitalista, en donde lo que importa es la producción, la técnica, y por supuesto, la puesta de la razón como el más alto grado de lo humano

El Iluminismo, que “ha perseguido siempre el objetivo de quitar el miedo a los hombres y de convertirlos en amos”,[1] afirmaba que la superioridad del ser humano reside en el saber. Sin embargo, el ideal del iluminismo propuesto en su origen, no logra los objetivos planteados. Indudablemente, recae en lo mítico e instrumentaliza a los individuos: los esclaviza, los convierte en objetos en vez de convertirlos en amos de la naturaleza, en seres de saber, y por consiguiente en seres de poder.

El conocimiento es quien triunfa sobre los demás, y quienes posean tal conocimiento pueden tener a los demás a su servicio.

Para Horkheimer el mito es ya iluminismo, y, lo realiza a través de un análisis de La Odisea, donde el personaje principal, Odiseo, es interpretado como un prototipo del iluminismo, siendo él, el que haciendo uso de la razón, logra llegar a dominar a los demás. De este modo, los otros son para Odiseo: objetos manipulables que sirven para alcanzar un fin. La obra de Homero manifiesta las características originales de la civilización europea, es decir, de una civilización burguesa, una civilización envuelta en el capitalismo.

El iluminismo “ha sido siempre un instrumento de los grandes artistas del gobierno para dominar a los demás”.[2] En La Odisea, el personaje clave es sumamente astuto, puesto que logra dominar a la naturaleza por medio del sólo uso de la razón, y únicamente de esta manera Odiseo logra llevar a fin su empresa, “el empequeñecimiento de los hombres, que se dejan gobernar cada vez más fácilmente, es perseguido como un progreso”.[3]

En toda la travesía que realiza Odiseo para llegar a su patria, engaña astutamente a las divinidades naturales, como en un momento el viajero civilizado y con uso de la razón, engañaba a los salvajes, a los cuales ofrecía piedras de vidrio coloreadas a cambio de marfil. El conocimiento es quien triunfa sobre los demás, y quienes posean tal conocimiento pueden tener a los demás a su servicio. Incluso en La odisea, Odiseo llega a engañar a los dioses, ofreciendo a éstos múltiples sacrificios de bueyes, para que éstos renunciaran a desahogar su ira contra él. El engaño aquí, se encuentra en que los sacrificios que se realizaban tenían como finalidad un plan: subordinaban a los dioses al servicio del hombre para llegar a sus fines propuestos, de modo que los hombres disolvían con ello sus poderes.

Odiseo y las Ninfas

El humano astuto, con inteligencia y capaz de dominar a los demás, debe de ser paciente, saber siempre esperar y en ciertas ocasiones también, saber renunciar, el astuto es semejante a Odiseo, el que “cede dócilmente ante la naturaleza, da a ésta lo que le pertenece y al proceder así la engaña”.[4] Quien es astuto sabe humillarse, no se reconoce en un primer momento superior a todas las criaturas o personas; al igual que Odiseo, no se confía a su saber superior, entregándose libremente al encantamiento de las sirenas, teniendo la ilusión de que su libertad le basta como escudo para no caer en sus encantos mortíferos. Al contrario: se hace pequeño, se humilla en ese momento y se manda atar al mástil, reconociendo el gran poder del canto de las sirenas, y de esa manera vence, y se sobrepone sobre ellas, las sirenas tienen lo que desean, que los viajeros escuchen su hermoso canto. Pero las sirenas son vencidas, destruidas. Odiseo se sobrepone al mito, y así se sabe que “los mitos viven solamente de la irrealizabilidad de sus preceptos, si éstos se cumplen, entonces los mitos se desvanecen hasta la más lejana posteridad”.[5]

El hombre listo como Odiseo, es aquel capaz de negar su propia identificación que le constituye como sujeto. Abandonar su sí mismo en busca de una superación: “sólo el pensamiento que se hace violencia a sí mismo es lo suficientemente duro para traspasar los mitos”.[6]

Odiseo engaña a Polifemo

Odiseo se niega a sí mismo en su relación con el cíclope[7] Polifemo. Al momento en que éste pregunta ¿Quién es? Odiseo responde: «Nadie«. Polifermo el cíclope, falto de inteligencia, es incapaz de advertir la ambivalencia sofísticada en el nombre falso de Odiseo. De modo que cuando Odiseo lo emborracha y lo deja ciego, puede escapar. Logra engañar a la persona falta de razón, pues éste, al pedir ayuda a los otros cíclopes culpa a «Nadie», ocultando así a Odiseo, que logra escapar. El discurso, la razón, siempre prevalece ante la fuerza física.

Odiseo en la obra de Homero, es definitivamente el que triunfa, los demás humanos, se le presentan, únicamente, en “forma alienada», como enemigos o como apoyos, siempre como instrumentos, como cosas”.[8] El hombre con intelecto es quien logra vencer la superstición y por lo tanto es amo de la naturaleza, quien posee el saber y no conoce límites, quien triunfa, quien es capaz de sobreponerse ante un medio hostil.

La dialéctica del iluminismo, es ésta síntesis entre una tesis y una antítesis, donde ésta manifiesta que: la razón debe de ser homogénea para todos, que no debe de alienar al individuo, sino que realmente debe de romper las barreras de la ignorancia e iluminar las mentes de los hombres por medio de la razón, dejando atrás mitos, supersticiones, magia, etc.

Bibliografía.

Adorno, Theodor y Horkheimer, Max. Dialéctica del iluminismo, México, Editorial Sudamericana, 1969, cp. II “Odiseo o mito e iluminismo”.


[1] Horkheimer, Max, Dialéctica del iluminismo, México, Editorial Sudamericana, 1969, p. 15.

[2] Cfr. Ibidem, p. 61.

[3] Idem.

[4] Ibidem, p. 77.

[5] Ibidem, p. 79.

[6] Ibidem, p. 17.

[7] Los cíclopes no dialogan en juntas, ni saben de normas de justicia, son hombres sin ley. Éstos habitan en montañas y no piensan en los otros. Su relación entre ellos está basada en la opresión hacia el más débil, entre ellos no hay ninguna jerarquía, no hay vínculo alguno que los una. Homero los describe como monstruos infames, sin uso de razón y que se jactan de ser los más fuertes. Éstos representan a la sociedad más baja, quienes no tienen por fin la razón, quienes no son capaces de resolver problemas, estos son los salvajes o los hombres dominados por quienes tienen el saber.

[8] Ibidem, p. 81.

Lo que ciencia y arte aprenden entre sí

Figuras como Da Vinci y Galileo Galilei tuvieron la cualidad de hacer confluir dos espacios que a priori se creían contrapuestos. Similitudes y diferencias históricas, cómo se cruzan en la actualidad.

Por Pablo Esteban

José Burucúa es doctor en Filosofía y Letras (UBA) e historiador del arte. De joven quiso ser médico para cumplir el deseo de su padre; luego prefirió ser matemático para satisfacer el anhelo de su tío; pero un día, al ver que nada lo conmovía lo suficiente, reflexionó sobre sus propios intereses y no retrasó su decisión ni un segundo más: se inscribió en Filosofía y Letras. En la actualidad, se constituye como una de las grandes referencias en el campo de las humanidades, área de investigación que no duda en reivindicar ante los ajustes presupuestarios del Conicet. Apasionado del Renacimiento italiano, sostiene que los humanos deben recuperar la curiosidad que tienen de niños y relegan cuando se vuelven adultos, al tiempo que ejercita su capacidad de relacionar el arte y la ciencia, dos líneas paralelas que, afortunadamente y según su perspectiva, a menudo se cruzan.

–Hasta hace poco poseía una biblioteca con casi diez mil volúmenes. Sin embargo, la primera vez que la tuvo ordenada fue cuando la donó a la Biblioteca Nacional.

–Estuve cuatro meses para ordenarla, pero lo cierto es que cuando estuvo lista, por fin, la vi hermosa. Solo me quedé con clásicos y poquitas cosas de literatura. Tenía un tío matemático del cual heredé muchísimos libros inhallables de filosofía de la ciencia; de él recibí, por ejemplo, la obra completa de los presocráticos. Por otro lado, obtuve la biblioteca de mis padres, que eran lectores muy ávidos y consumían mucha literatura francesa e italiana. Para colmo, mi suegro coleccionaba libros antiguos y, como era de esperar, junto a mi esposa, también reunimos una cantidad muy impresionante. Leíamos todo el tiempo, éramos curiosos.

–Ya que lo menciona, se trata de un rasgo central que deberían ejercitar los científicos. ¿Por qué si los humanos somos curiosos de pequeños, cuando crecemos dejamos de serlo?

–Es que para humanizarse uno tiene que cultivar la capacidad de pensamiento, entrar en el mundo. Pertenecer a una sociedad implica respetar reglas que nos separan de cierta libertad que experimentamos cuando somos pequeños. Cuando nos volvemos grandes nos ponemos más pragmáticos, adoptamos algunas maneras de pensar que, con matices, respetamos hasta el final de nuestros días. Y eso, claro, aplaca nuestras mejores ganas de imaginar otros mundos y vidas posibles, aunque siempre quedan márgenes.

–Usted imaginó muchas vidas posibles. De hecho, primero quiso ser médico, después matemático pero terminó siendo historiador del arte.

–Todavía me gustaría ser médico, moriré con esa frustración. Mi viejo fue un gran médico, una persona tan inteligente como difícil. Apenas arranqué la carrera, de joven, advertí que siempre sería su sombra y, además, sentía que se preocupaba demasiado por mi futuro. Aunque lo hubiera querido nunca habría sido como él; era imposible, me quería perfecto. Había terminado la escuela secundaria, donde me había sentido realmente libre y cuando llegué a la universidad me topé con un autoritarismo insoportable. Un profesor nos tomaba exámenes de espaldas, lo recuerdo todavía presente. Así que me pasé a las matemáticas pero tampoco funcionó, los números no me querían y yo tampoco a ellos. Como algo tenía que estudiar fui a Filosofía y Letras y conseguí ser extremadamente feliz. El arte y la ciencia siempre me habían apasionado.

–Acostumbramos a juzgarlos como dos mundos bien distintos: ¿qué tiene el arte de ciencia y qué tiene la ciencia de arte?

–No hay momento en que el arte haya sido ajeno al despliegue de la ciencia porque, como es lógico, la creatividad es una virtud que ambos campos cultivan. Mientras que la ciencia busca tener las emociones bajo control, el arte no puede prescindir del contenido emocional. Esto no quiere decir que la ciencia no tenga emoción, aunque es cierto que se pone entre paréntesis al momento de elaborar metodologías para conseguir determinados resultados y rozar la verdad. Por otro lado, la técnica artística requiere de una disciplina muy semejante a la del descubrimiento científico. También tiene un método muy sutil, complejo, con muchas variables en juego; la propia acción de un pintor que mezcla un pigmento con un solvente específico requiere de una precisión quirúrgica, de una práctica de ensayo-error y de una observación tradicional, paciente y antigua.

–Además, los avances científicos contribuyeron a la transformación del arte.

–Tal cual, en el siglo XVIII tenemos el descubrimiento de los primeros colores sintéticos. Por otro lado, el color del pomo que existe recién a partir del siglo XIX volvió posible la pintura frente al paisaje. La investigación de los aceites y el crecimiento exponencial de la industria química posibilitaron nuevas formas de pintar. En el XX, el descubrimiento del acrílico modificó las prácticas escultóricas y permitió una fluidez de las formas que antes no existía con el cincel y el martillo.

–En su tesis de doctorado realizó un estudio acerca de las ideas de Galileo Galilei sobre las artes figurativas.

–El primer experimento exitoso en la Europa del Quattrocento es la perspectiva. Había un problema. Se trataba de representar lo visible de tal manera que provocara la ilusión de una visión directa del mundo, es decir, la idea de mímesis llevada a su máxima expresión. Para realizarlo era necesario recortar el objeto, encorsetar la experiencia y encaminar un proceso de matematización de lo real que, en definitiva, permitía alcanzar una verdad parcial, esto es, una verdad científica. Hoy sabemos que el ojo se mueve de manera constante pero siempre hay un punto muy efímero en el cual se fija y, en ese momento es cuando se produce la pirámide de la perspectiva. Bajo estas premisas, Galileo –que conoció y estudió profundamente el arte de la perspectiva– se dio cuenta de que esa era la prueba que necesitaba para mostrar que la matematización de lo real nos llevaba al conocimiento de la ley física de lo real. Entonces, cuando presentó su telescopio al Senado de Venecia lo enunció muy claro: “Esto lo he fabricado gracias a la recóndita especulación de la perspectiva”.

–Es decir que ciencia y arte se retroalimentan de manera constante.

–Por supuesto, el arte también aprende de la ciencia. Por caso, cuando se produce la revolución relativista a principios del siglo XX y se consolidan las geometrías no euclidianas, son los artistas quienes se interesan por los avances teóricos científicos y buscan aggiornarse respecto de las nuevas maneras que ponían en crisis sus prácticas asociadas a la perspectiva. Por ello, en los cubistas se combinan figuras de perfil y de frente para construir nuevas imágenes totalmente diferentes.

–Da Vinci, quizás, fue el máximo exponente capaz de atravesar ambos campos.

–Leonardo realmente no podía distinguir la actividad del artista que procura representar el mundo y la actividad de la mente que pretende encontrar un orden racional. No veía distinciones, más bien, observaba dos aspectos de la misma figura, dos horizontes que necesariamente se intersectaban. Podríamos decir que toda su pintura es científica y, de forma recíproca, su ojo escrutador de científico también contenía la mirada del artista.

–Por último, sus investigaciones se enmarcan en el área de las humanidades, una de las más golpeadas por los ajustes presupuestarios. ¿Por qué defenderlas?

–Las preguntas básicas sobre nuestra condición de existencia y nuestro rol en el planeta han atravesado la historia de la humanidad. Resulta alarmante cercenar este tipo de reflexiones constituidas a partir de un conocimiento profundo de todas las respuestas del pasado. En el presente, sin la exploración que realizan las ciencias humanas sería imposible justificar la superioridad de la democracia como sistema político. Incluso, los temas que en apariencia suelen ser más livianos resultan cruciales: estudiar cómo se expresa la cumbia villera puede demostrar, de una manera espectacular, cuáles son los conflictos sociales, las rupturas, las grietas y las construcciones de poder que realizan las clases subalternas en nuestra sociedad.

poesteban@gmail.com