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Schopenhauer sobre la felicidad, la inteligencia y el dolor

En efecto, exteriormente la necesidad y la privación engendran el dolor; en cambio, la comodidad y la abundancia hacen nacer el fastidio.

Schopenhauer

En su libro Parerga y Paralipomena que data del año de 1851 o como también denomina Schopenhauer a su estudio: Eudemonologia.[1] El filósofo tratará el tema de la felicidad, los aciertos que nos llevan a ella o las acciones que nos alejan de ésta.

La felicidad, dice Schopenhauer, es individual y egoísta y no por el temor a la muerte, las cuestiones metafísicas o a la adquisición de riquezas materiales, estaremos en el correcto camino hacia la felicidad, sino todo lo contrario, puesto que la felicidad radica en lo que es cada individuo.            

Schopenhauer basándose en la división que realiza Aristóteles de los bienes de la vida en la Etica a Nicomaco (los bienes del alma, los bienes exteriores y los del cuerpo) realizará su propia división apegándose al esquema antes mencionado, dividiendo la suerte de los hombres en los siguientes puntos:

1. Lo que es: la personalidad en tanto en su sentido más lato. Por consiguiente, se comprende aquí la salud, la fuerza, la belleza, el temperamento, el carácter moral, la inteligencia y su desarrollo; 2. Lo que se tiene: es decir, toda propiedad material de cualquier clase; 3. Lo que se representa: se sabe que por esta expresión se entiende la manera de cómo los demás se representan un individuo; por consiguiente, lo que es en su representación. Esto consiste en su opinión a su respecto y se divide en honor, posición y gloria”[2].

Me enfocaré en la primera división que hace Schopenhauer, para de este modo clarificar lo que es la felicidad para el hombre.            

Schopenhauer dice que: lo primordial para el hombre y el medio que nos llevara a la felicidad es lo que radica en nosotros mismos, es decir, dentro de los hombres radica su malestar o su bienaventuranza. Nuestro bienestar depende de nuestra individualidad, el hombre, no es más que lo es en sí mismo o  lo que representa.

El bienestar propio es  donde radica nuestra verdadera felicidad. Por consiguiente las riquezas materiales son banales puesto que son riquezas que buscan los imbéciles y el imbécil, dice el filósofo, por más que posea riquezas siempre será imbécil, mientras que el hombre que cultiva su intelectualidad siempre será superior, aunque esto lo lleve a la soledad.            

Lo que somos es lo más esencial para la felicidad, puesto que, esto a diferencia de lo material no puede ser robado. En este sentido su valor supera en absoluto cualquier riqueza material; ahora bien, la riqueza material siempre llevará a los hombres a querer más, lo que tiene como consecuencia, la ausencia total de una individualidad es decir de lo que somos y como resultado no podremos ser felices, al respecto Schopenhauer comenta: «A cuántos no vemos diligentes como hormigas y ocupados desde la mañana hasta la noche en aumentar una fortuna ya adquirida. Nada conocen más allá del estrechó horizonte que encierran los medios de conseguirlo; su inteligencia esta vacía y por ende, inaccesible a toda ocupación»[3].     

Ya dicho, que lo que es, contribuye más a la felicidad que lo que se tiene. Lo principal es siempre lo que un hombre es en su individualidad, pero esta individualidad, viene acompañada de dolor y sufrimiento, puesto que, esta soledad acompaña al hombre en todo lugar y en todo momento.

Hay dos grandes enemigos de la felicidad humana, el dolor y el fastidio. Además, mientras nos alejamos de uno, nos acercamos al otro, de modo que comenta el filósofo, nuestra vida oscila entre ambos: “En efecto, exteriormente la necesidad y la privación engendran el dolor; en cambio, la comodidad y la abundancia hacen nacer el fastidio”[4].

Esto nubla la visión de la felicidad humana, puesto que, vemos a las clases más necesitadas luchar insaciablemente por obtener dinero y, a los más privilegiados cayendo en el aburrimiento y tratando de ocupar su tiempo; lo que deja ver que, en sus necesidades creen que se encuentra la felicidad. En cambio, el hombre inteligente aspira ante todo a huir del dolor, buscará una vida tranquila y modesta, alejada de cualquier problema que se interponga en su reflexión intelectual.

El «hombre imbécil» (como denomina Schopenhauer a aquel que no dedica su vida a la reflexión intelectual) jamás tendrá como propósito esta vida solitaria y contemplativa, porque en la soledad, donde el hombre se encuentra reducido a sus propios recursos, lo que se muestra es lo que se tiene en sí mismo, allí, el imbécil se siente agobiado por su miserable individualidad, mientras, que el hombre más dotado, puede poblar con sus pensamientos cualquier desierto.

El hombre ordinario, sólo trata de pasar el tiempo, mientras el dotado de emplearlo. Y en su afán de pasar el tiempo, el hombre emplea absurdos juegos como las cartas, las apuestas o también trata de pasarlo con drogas y alcohol. Y la razón de que emplee su tiempo en este tipo de vicios es porque no reflexiona acerca de su existencia y cuando no existe dicha reflexión la mente se ocupa de banalidades, ¡Oh especie miserable! En palabras del filósofo. Es decir “así como aquel país es más dichoso que menos importación necesita, así es más feliz el hombre a quien basta su riqueza interior y que para su contento y distracción pide poco o nada al mundo exterior”[5] 

Todas las fuentes exteriores de felicidad son inciertas, equívocas y figurativas; expuestas a caducar fácilmente.

Schopenhauer, ejemplifica con los hombres de musculatura abundante, estos hombres, dice, son capaces de mover grandes estructuras y están dotados de fuerza extrahumana. Pero, con el paso del tiempo, se quedaran sin su gran fortaleza y en cambio, recibirán fuertes dolores por la vida de su juventud. Por otro lado, el hombre sabio es totalmente lo contrario, puesto que, éste en vez de deteriorarse con el paso del tiempo, va adquiriendo más conocimientos y sabiduría.

Así, el hombre con grande dotes intelectuales, será capaz de interesarse en cualquier cosa por la vía de la razón. En cambio, los hombres comunes tienen que vivir en sociedad, puesto que, no son capaces de soportar su soledad, ya que se encuentran vacíos en sí mismos, viven en sociedad entre lujuria y distractores, que tienen como finalidad llenar el tiempo de sobra puesto que no son capaces de llevar a cabo una reflexión.

El hombre intelectual tendrá la desventaja de su conocimiento, lo llevará a un abismo solitario, puesto que el hombre común no comprende las necesidades intelectuales. El conocimiento llevará al hombre que lo posee a tristezas y dolor, pero en cambio, encontrará la felicidad.

BIBLIOGRAFIA
Schopenhauer, 2003, Parerga y Paralipomena, Barcelona, Ed. Biblioteca Grandes Pensadores.


[1] Término acuñado por Schopenhauer para referirse al estudio  o teoría de la vida feliz para el hombre en la medida de sus posibilidades. Es decir vivir menos desgraciado vivir tolerablemente.

[2] Schopenhauer, 2003, Parerga y Paralipomena, Barcelona, Ed. Grandes Pensadores. P. 9

[3] Ibíd. P. 17

[4] Cf. Ibíd.  P. 27

[5] Ibíd. P. 31