Las guerras estallan cuando la riqueza, poder y geografía se topan con el deseo.
Paul Berman

Paul Berman fue educado en la Universidad de Columbia, se licenció en 1971 con un master en Historia de América. Ha trabajado en diversos periódicos y revistas, tales como The New Republic, The New York Times Book Review, y Slate, siendo reportero en diversos eventos internacionales. Es profesor de Periodismo y Escritor residente en la Universidad de Nueva York, y miembro del World Policy Institute[1].
Berman en su obra «Terror y Libertad«, señala que este libro nació el 11 de septiembre de 2001, en el horizonte de Manhattan, en aquel escenario del ataque contra las torres gemelas “las dos torres parecían de plata. Los aviones ya se habían estrellado contra ellas”[2]. Las cimas incendiadas por las llamas resultaban pavorosas. El humo sangraba hacia arriba en torrentes de color negro y gris, con diminutas motas blancas que revoloteaban alrededor “creí que eran gaviotas atraídas por el desastre […] horas después, me enteré de que algunas de las diminutas motas blancas eran pedazos de cuerpos humanos”[3]. Al dispararse el humo y los vapores, una de las torres ya no estaba ahí.
El autor señala que, ha trabajado durante años como periodista, escribiendo artículos sobre política. Ha sido testigo de guerras y revoluciones; por ejemplo en los años ochenta y noventa enviaba las crónicas desde Centroamérica sobre la revolución sandinista[4] y diversos conflictos bélicos. Hubo ocasiones en las que se halló inmerso en situaciones angustiosas, viajando en coche por carreteras que podían estar minadas. Por ello, el 11 de septiembre, con la primera torre ya desaparecida, sus instintos de reportero lo impulsaron a tomar papel y pluma, pero mientras buscaba en su cajón, vio por la ventana de su departamento, y la segunda torre también había desaparecido. En un día normal de trabajo, en las torres del World Trade Center, Berman había sido testigo de la muerte de decenas de miles de personas “el número total de muertos resultó ser tres mil en Manhattan, más varios centenares en el Pentágono y en el cuarto avión secuestrado que se estrelló en Pennsylvania”[5].
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Con este hecho, Berman señala que su libro empezó a tomar forma. “No sería un libro sobre el 11-S en sí, ni sobre Nueva York, sino una reflexión sobre historia y política, sobre la sociedad liberal y sus enemigos”[6].
Al empezar a escribir su libro, Berman aguardaba la frágil esperanza de que el gobierno de Estados Unidos considerara: “que los lideres estadounidenses reconociesen en las doctrinas de los terroristas una versión de la misma visión del mundo, paranoica y apocalíptica […] que consideraran la guerra contra el terrorismo como una guerra contra ese totalitarismo, aunque los totalitaristas se declarasen a sí mismos piadosos musulmanes u honrados nacionalistas árabes”[7].
El liberalismo, no se refiere únicamente a la filosofía del capitalismo no regulado, sino a la filosofía y a la práctica de la libertad.
Buscaba también, conquistar la simpatía y el idealismo de los otros países, para llevar a cabo una guerra de ideas, una doctrina contra otra. Así, se pretendía que el presidente tomase conciencia del desastre humano; que este totalitarismo con ropaje islámico ya había causado en muchas regiones. Esperaba que Estados Unidos se enfrentase a esos movimientos aterradores, de modo que las mentes liberales de los países occidentales reconociesen que el mundo musulmán no está situado en un planeta lejano, y que los países más ricos y poderosos de Europa no debían ser indiferentes a las consecuencias de ello. En fin, ante tal ataque del grupo terrorista, Berman quería que se entendiese lo siguiente:
“[…]con los atentados del 11-S se había roto el tabú que prohíbe matar a inocentes indiscriminadamente y había aumentado más que nunca el riesgo de matanzas masivas en el futuro; que las personas de buena voluntad en el resto del mundo pensasen por sí mismas e hicieran caso omiso a las torpezas retóricas del presidente de Estados Unidos y a sus ideas alarmantes […] que esas personas encontrasen las vías para librar sus propias batallas, no contra Estados Unidos, sino contra el terrorismo y los comportamientos totalitarios, contra el fascismo de nuestro tiempo[…]”[8].
Así pues, Berman da algunas observaciones sobre el perverso azote del terrorismo, sobre lo que éste teme, desprecia y desea destruir: el liberalismo.
Cuando Berman habla de liberalismo, no se refiere únicamente a la filosofía del capitalismo no regulado, sino a la filosofía y a la práctica de la libertad. Señala el autor: “me refiero a un liberalismo que nos permite pensar libremente y que mantiene a la Iglesia y el Estado en dos esferas separadas; que se niega a imponer una doctrina o verdad totalizadora en cualquier ámbito de la actividad humana”[9]. Sin embargo, también reconoce que asigna el término de liberalismo en sentido limitado (equivalente a progresismo), que se asigna en Estados Unidos, ese liberalismo de izquierda. De esta forma, Berman se reconoce como liberal tanto en sentido general y filosófico, así como también, en el sentido más limitado que le atribuye la izquierda estadounidense.

Por otro lado, el autor se sitúa en un marco que dista mucho de ser optimista al observar el prototipo liberal y a los liberales; dado que la historia del S. XX se puede contar como un relato sobre los más encarnizados enemigos del liberalismo. Por ello señala “hoy día nos hemos adentrado en el nuevo siglo, sin embargo, las noticias diarias nos muestran escenas de multitudes gritando consignas de muerte […] ¡Con nuestra sangre, con nuestras almas, nos sacrificaremos por ti, Sadam!”[10]. Así, pues, nos hallamos en una situación en la que los liberales de Afganistán e Irak, los heroicos liberales musulmanes, están luchando por defender sus vidas. Nos vemos en una situación en la que durante el último cuarto del siglo, las distintas corrientes del totalitarismo musulmán han asesinado literalmente a millones de personas.
El caso Nixon
El autor señala el caso contra Nixon que se da durante la guerra del Golfo Pérsico. El problema principal de dicha guerra, es el petróleo. La guerra tenía que ver con intereses económicos, dado que el control del Golfo Pérsico y la península Arábiga le permitiría a ambos imponer sus condiciones a Europa y Japón. Sin embargo, Hussein había ocupado Kuwait y, el petróleo que había bajo sus arenas; lo motivaron a proseguir con la conquista del mundo árabe. Pero, según Nixon, Estados Unidos tenía motivos fundados para echar de Kuwait a Sadam Hussein y a su ejército. Sin embargo, más que motivos, lo que a Nixon le preocupaba, era preservar la credibilidad de Estados Unidos “quería garantizar que, cada vez que el presidente estadounidense golpeara la mesa con el puño y profiriera alguna amenaza, el receptor de las mismas se encogiera tembloroso”[11].
A Berman le preocupaba Hussein, dado que este representaba un régimen agresivo, tenaz, irracional, mortífero; que había convencido a mucha gente de que los culpables de la miseria y los sufrimientos en decenas de millones de personas eran los imperialistas y conspiradores sionistas[12]. Hussein infundía terror. No había ninguna duda que él y su gobierno continuarían los crímenes. Berman temía que Hussein ocupará un lugar predominante en todo Oriente, por ser la única figura capaz de plantarle cara a la superpotencia estadounidense. Por tanto, mientras más pronto se le detuviera, sería mejor para los estadounidenses y para el resto del mundo, y mas aún, para la gente pobre que tenía la desgracia de vivir bajo su tiranía. De esta forma, Berman propuso una guerra contra el totalitarismo, que la llamó guerra contra el fascismo, una guerra cuyos objetivos eran progresistas.
Es así que Berman propuso a los neo conservadores que no sentían rechazo visceral por los términos sensibleros e izquierdistas como progresistas, es decir, a aquellos que estimaban el lenguaje izquierdista de Estados Unidos, a unirse en guerra. Pero ellos no aceptaron; dado que muchos se oponían a la guerra “retrocedían casi físicamente ante cualquier tipo de operación militar, al menos si la llevaba a cabo Estados Unidos”[13]. Así, toda propuesta sobre el fascismo en Oriente y la guerra progresista, estaba destinada a no tener ninguna influencia.
Por otro lado, Berman señala que las guerras estallan cuando la riqueza, poder y geografía se topan con el deseo. De aquí que ponga el ejemplo de Nixon, que con su grupo de realistas veían el Golfo Pérsico como signo de riqueza; y por otro lado, Hussein que únicamente, le interesaba el petróleo, y la geografía. Ante tal controversia, los aliados (E.U.A y países europeos) en 1991 persiguieron al ejército de Sadam Husein y lo expulsaron de vuelta a Irak.

A pesar de la derrota, Hussein mantuvo la cultura política a la que nos tenía acostumbrados: “su culto a la guerra, sus amenazas, su celebración espiritual de la muerte y su odio a Israel, un odio sulfuroso, rebosante de teorías sobre las conspiraciones judías contra el resto del mundo”[14]. Con esto, Berman señala que Hussein dio vigor a la idea del terrorismo suicida al pagar a los palestinos para que volaran por los aires a cuenta de 25 mil dólares por mártir, cantidad buena para un palestino pobre.
Berman propuso una guerra contra el totalitarismo, que la llamó guerra contra el fascismo, una guerra cuyos objetivos eran progresistas.
¿Pero cuál es el origen de que muchos se unieran a estos grupos? Berman señala que durante los años noventa la élite de Arabia Saudí siguió financiando en el mundo, todo tipo de escuelas coránicas de tipo medieval, que formaban a sus estudiantes en el desprecio activo a Estados Unidos. Un gran ejemplo, es la familia saudí de los Bin Laden, que organizó su propio ejército de suicidas y obtuvo el apoyo. Dicho ejército, emprendió guerras contra lugares y ciudadanos estadounidenses (las bombas en las embajadas estadounidenses en África oriental en 1998…). Sin embargo, ante tales casos, Estados Unidos no fue capaz de reconocer esas señales de guerra y mientras tanto, Arabia Saudí continuaba siendo oscurantista, feudal y opresora.
Berman se pregunta: ¿A cuántas ascienden las intervenciones militares estadounidenses en los esos años? Señala que han sido bastantes, y, la mayoría han sido en defensa de poblaciones musulmanas “la guerra del Golfo, emprendida en defensa de los Kuwaitíes, saudíes y casi todo el resto de Oriente Próximo […] los beneficiarios de Estados Unidos resultaron ser sus peores enemigos”[15].
De esta forma, el autor, también da a entender, que la era moderna es una época de identidades múltiples, en la que muchas personas, se ven obligas a mostrar una personalidad distinta cada día, de aquí que señale la supuesta contingencia del ya muerto Osama Bin Laden y su tropa de guerreros.
Pero ¿Quiénes eran Bin Laden y su tropa de guerreros? Eran en general personas privilegiadas, eran profesionales bien formados y con un futuro envidiable. Pero dichas personas excepcionales, adoptaron voluntariamente la mortífera versión del Islam sangriento.

Bibliografía
Paul Berman, Terror y libertad, 1ra ed., New York, Tusquets, 2007, 9-42.
[1] http://www.lecturalia.com/autor/1564/paul-berman, el 25 de octubre de 2011.
[2] Paul Berman, Terror y libertad, 1ra ed., New York, Tusquets, 2007, pág. 9.
[3] Ídem.
[4] El revolucionario Sandinista debe evitar la simple «frase revolucionaria», tenemos que acompañar esto con una profunda identificación con los principios revolucionarios. El Sandinista sabe vincular la teoría revolucionaria con la práctica concreta en la que actúa, estrecha vinculación con las masas populares, asimilación de la experiencia que se desprende de la práctica combativa. En http://bitacoradeunnicaraguense.blogspot.com/2011/04/que-es-un-sandinista.html, el 25 de octubre de 2011.
[5] Ibídem, pág. 11.
[6] Ibídem, pág. 12.
[7] Ibídem, pág. 13
[8] Ibídem, pág. 15.
[9] Ídem.
[10] Ibídem, pág. 16
[11] Ibídem, pág. 20.
[12] Ideología y movimiento de los judíos que pretenden recobrar el territorio de Palestina y formar un Estado independiente: el sionismo defiende la expansión del Estado de Israel hacia las zonas limítrofes. En http://www.wordreference.com/definicion/sionismo, el 25 de octubre de 2011.
[13] Ibídem, Pág. 24.
[14] Ibídem, pág. 30.
[15] Ibídem, pág. 35-36.