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Paul Berman y el origen del Terrorismo

Las guerras estallan cuando la riqueza, poder y geografía se topan con el deseo.

Paul Berman
Paul Berman

Paul Berman fue educado en la Universidad de Columbia, se licenció en 1971 con un master en Historia de América. Ha trabajado en diversos periódicos y revistas, tales como The New Republic, The New York Times Book Review, y Slate, siendo reportero en diversos eventos internacionales. Es profesor de Periodismo y Escritor residente en la Universidad de Nueva York, y miembro del World Policy Institute[1].

Berman en su obra «Terror y Libertad«, señala que este libro nació el 11 de septiembre de 2001, en el horizonte de Manhattan, en aquel escenario del ataque contra las torres gemelas “las dos torres parecían de plata. Los aviones ya se habían estrellado contra ellas”[2]. Las cimas incendiadas por las llamas resultaban pavorosas. El humo sangraba hacia arriba en torrentes de color negro y gris, con diminutas motas blancas que revoloteaban alrededor “creí que eran gaviotas atraídas por el desastre […] horas después, me enteré de que algunas de las diminutas motas blancas eran pedazos de cuerpos humanos”[3]. Al dispararse el humo y los vapores, una de las torres ya no estaba ahí.

El autor señala que, ha trabajado durante años como periodista, escribiendo artículos sobre política. Ha sido testigo de guerras y revoluciones; por ejemplo en los años ochenta y noventa enviaba las crónicas desde Centroamérica sobre la revolución sandinista[4] y diversos conflictos bélicos. Hubo ocasiones en las que se halló inmerso en situaciones angustiosas, viajando en coche por carreteras que podían estar minadas. Por ello, el 11 de septiembre, con la primera torre ya desaparecida, sus instintos de reportero lo impulsaron a tomar papel y pluma, pero mientras buscaba en su cajón, vio por la ventana de su departamento, y la segunda torre también había desaparecido. En un día normal de trabajo, en las torres del World Trade Center, Berman había sido testigo de la muerte de decenas de miles de personas “el número total de muertos resultó ser tres mil en Manhattan, más varios centenares en el Pentágono y en el cuarto avión secuestrado que se estrelló en Pennsylvania”[5].

Atentado Terrorista a las Torres Gemelas de EEUU en 2001

Con este hecho, Berman señala que su libro empezó a tomar forma. “No sería un libro sobre el 11-S en sí, ni sobre Nueva York, sino una reflexión sobre historia y política, sobre la sociedad liberal y sus enemigos”[6].

Al empezar a escribir su libro, Berman aguardaba la frágil esperanza de que el gobierno de Estados Unidos considerara: “que los lideres estadounidenses reconociesen en las doctrinas de los terroristas una versión de la misma visión del mundo, paranoica y apocalíptica […] que consideraran la guerra contra el terrorismo como una guerra contra ese totalitarismo, aunque los totalitaristas se declarasen a sí mismos piadosos musulmanes u honrados nacionalistas árabes”[7].

El liberalismo, no se refiere únicamente a la filosofía del capitalismo no regulado, sino a la filosofía y a la práctica de la libertad.

Buscaba también, conquistar la simpatía y el idealismo de los otros países, para llevar a cabo una guerra de ideas, una doctrina contra otra. Así, se pretendía que el presidente tomase conciencia del desastre humano; que este totalitarismo con ropaje islámico ya había causado en muchas regiones. Esperaba que Estados Unidos se enfrentase a esos movimientos aterradores, de modo que las mentes liberales de los países occidentales reconociesen que el mundo musulmán no está situado en un planeta lejano, y que los países más ricos y poderosos de Europa no debían ser indiferentes a las consecuencias de ello. En fin, ante tal ataque del grupo terrorista, Berman quería que se entendiese lo siguiente:

“[…]con los atentados del 11-S se había roto el tabú que prohíbe matar a inocentes indiscriminadamente y había aumentado más que nunca el riesgo de matanzas masivas en el futuro; que las personas de buena voluntad en el resto del mundo pensasen por sí mismas e hicieran caso omiso a las torpezas retóricas del presidente de Estados Unidos y a sus ideas alarmantes […] que esas personas encontrasen las vías para librar sus propias batallas, no contra Estados Unidos, sino contra el terrorismo y los comportamientos totalitarios, contra el fascismo de nuestro tiempo[…]”[8].

Así pues, Berman da algunas observaciones sobre el perverso azote del terrorismo, sobre lo que éste teme, desprecia y desea destruir: el liberalismo.

Cuando Berman habla de liberalismo, no se refiere únicamente a la filosofía del capitalismo no regulado, sino a la filosofía y a la práctica de la libertad. Señala el autor: “me refiero a un liberalismo que nos permite pensar libremente y que mantiene a la Iglesia y el Estado en dos esferas separadas; que se niega a imponer una doctrina o verdad totalizadora en cualquier ámbito de la actividad humana”[9]. Sin embargo, también reconoce que asigna el término de liberalismo en sentido limitado (equivalente a progresismo), que se asigna en Estados Unidos, ese liberalismo de izquierda. De esta forma, Berman se reconoce como liberal tanto en sentido general y filosófico, así como también, en el sentido más limitado que le atribuye la izquierda estadounidense.

Liberalismo de Izquierda

Por otro lado, el autor se sitúa en un marco que dista mucho de ser optimista al observar el prototipo liberal y a los liberales; dado que la historia del S. XX se puede contar como un relato sobre los más encarnizados enemigos del liberalismo. Por ello señala “hoy día nos hemos adentrado en el nuevo siglo, sin embargo, las noticias diarias nos muestran escenas de multitudes gritando consignas de muerte […] ¡Con nuestra sangre, con nuestras almas, nos sacrificaremos por ti, Sadam!”[10]. Así, pues, nos hallamos en una situación en la que los liberales de Afganistán e Irak, los heroicos liberales musulmanes, están luchando por defender sus vidas. Nos vemos en una situación en la que durante el último cuarto del siglo, las distintas corrientes del totalitarismo musulmán han asesinado literalmente a millones de personas.

El caso Nixon

El autor señala el caso contra Nixon que se da durante la guerra del Golfo Pérsico. El problema principal de dicha guerra, es el petróleo. La guerra tenía que ver con intereses económicos, dado que el control del Golfo Pérsico y la península Arábiga le permitiría a ambos imponer sus condiciones a Europa y Japón. Sin embargo, Hussein había ocupado Kuwait y, el petróleo que había bajo sus arenas; lo motivaron a proseguir con la conquista del mundo árabe. Pero, según Nixon, Estados Unidos tenía motivos fundados para echar de Kuwait a Sadam Hussein y a su ejército. Sin embargo, más que motivos, lo que a Nixon le preocupaba, era preservar la credibilidad de Estados Unidos “quería garantizar que, cada vez que el presidente estadounidense golpeara la mesa con el puño y profiriera alguna amenaza, el receptor de las mismas se encogiera tembloroso”[11].

A Berman le preocupaba Hussein, dado que este representaba un régimen agresivo, tenaz, irracional, mortífero; que había convencido a mucha gente de que los culpables de la miseria y los sufrimientos en decenas de millones de personas eran los imperialistas y conspiradores sionistas[12]. Hussein infundía terror. No había ninguna duda que él y su gobierno continuarían los crímenes. Berman temía que Hussein ocupará un lugar predominante en todo Oriente, por ser la única figura capaz de plantarle cara a la superpotencia estadounidense. Por tanto, mientras más pronto se le detuviera, sería mejor para los estadounidenses y para el resto del mundo, y mas aún, para la gente pobre que tenía la desgracia de vivir bajo su tiranía. De esta forma, Berman propuso una guerra contra el totalitarismo, que la llamó guerra contra el fascismo, una guerra cuyos objetivos eran progresistas.

Es así que Berman propuso a los neo conservadores que no sentían rechazo visceral por los términos sensibleros e izquierdistas como progresistas, es decir, a aquellos que estimaban el lenguaje izquierdista de Estados Unidos, a unirse en guerra. Pero ellos no aceptaron; dado que muchos se oponían a la guerra “retrocedían casi físicamente ante cualquier tipo de operación militar, al menos si la llevaba a cabo Estados Unidos”[13]. Así, toda propuesta sobre el fascismo en Oriente y la guerra progresista, estaba destinada a no tener ninguna influencia.

Por otro lado, Berman señala que las guerras estallan cuando la riqueza, poder y geografía se topan con el deseo. De aquí que ponga el ejemplo de Nixon, que con su grupo de realistas veían el Golfo Pérsico como signo de riqueza; y por otro lado, Hussein que únicamente, le interesaba el petróleo, y la geografía. Ante tal controversia, los aliados (E.U.A y países europeos) en 1991 persiguieron al ejército de Sadam Husein y lo expulsaron de vuelta a Irak.

Hussein condenado a muerte en 2006

A pesar de la derrota, Hussein mantuvo la cultura política a la que nos tenía acostumbrados: “su culto a la guerra, sus amenazas, su celebración espiritual de la muerte y su odio a Israel, un odio sulfuroso, rebosante de teorías sobre las conspiraciones judías contra el resto del mundo”[14]. Con esto, Berman señala que Hussein dio vigor a la idea del terrorismo suicida al pagar a los palestinos para que volaran por los aires a cuenta de 25 mil dólares por mártir, cantidad buena para un palestino pobre.

Berman propuso una guerra contra el totalitarismo, que la llamó guerra contra el fascismo, una guerra cuyos objetivos eran progresistas.

¿Pero cuál es el origen de que muchos se unieran a estos grupos? Berman señala que durante los años noventa la élite de Arabia Saudí siguió financiando en el mundo, todo tipo de escuelas coránicas de tipo medieval, que formaban a sus estudiantes en el desprecio activo a Estados Unidos. Un gran ejemplo, es la familia saudí de los Bin Laden, que organizó su propio ejército de suicidas y obtuvo el apoyo. Dicho ejército, emprendió guerras contra lugares y ciudadanos estadounidenses (las bombas en las embajadas estadounidenses en África oriental en 1998…). Sin embargo, ante tales casos, Estados Unidos no fue capaz de reconocer esas señales de guerra y mientras tanto, Arabia Saudí continuaba siendo oscurantista, feudal y opresora.

Berman se pregunta: ¿A cuántas ascienden las intervenciones militares estadounidenses en los esos años? Señala que han sido bastantes, y, la mayoría han sido en defensa de poblaciones musulmanas “la guerra del Golfo, emprendida en defensa de los Kuwaitíes, saudíes y casi todo el resto de Oriente Próximo […] los beneficiarios de Estados Unidos resultaron ser sus peores enemigos”[15].

De esta forma, el autor, también da a entender, que la era moderna es una época de identidades múltiples, en la que muchas personas, se ven obligas a mostrar una personalidad distinta cada día, de aquí que señale la supuesta contingencia del ya muerto Osama Bin Laden y su tropa de guerreros.

Pero ¿Quiénes eran Bin Laden y su tropa de guerreros? Eran en general personas privilegiadas, eran profesionales bien formados y con un futuro envidiable. Pero dichas personas excepcionales, adoptaron voluntariamente la mortífera versión del Islam sangriento.

Grupo terrorista ISIS

Bibliografía

Paul Berman, Terror y libertad, 1ra ed., New York, Tusquets, 2007, 9-42.


[1] http://www.lecturalia.com/autor/1564/paul-berman, el 25 de octubre de 2011.

[2] Paul Berman, Terror y libertad, 1ra ed., New York, Tusquets, 2007, pág. 9.

[3] Ídem.

[4] El revolucionario Sandinista debe evitar la simple «frase revolucionaria», tenemos que acompañar esto con una profunda identificación con los principios revolucionarios. El Sandinista sabe vincular la teoría revolucionaria con la práctica concreta en la que actúa, estrecha vinculación con las masas populares, asimilación de la experiencia que se desprende de la práctica combativa. En http://bitacoradeunnicaraguense.blogspot.com/2011/04/que-es-un-sandinista.html, el 25 de octubre de 2011.

[5] Ibídem, pág. 11.

[6] Ibídem, pág. 12.

[7] Ibídem, pág. 13

[8] Ibídem, pág. 15.

[9] Ídem.

[10] Ibídem, pág. 16

[11] Ibídem, pág. 20.

[12] Ideología y movimiento de los judíos que pretenden recobrar el territorio de Palestina y formar un Estado independiente: el sionismo defiende la expansión del Estado de Israel hacia las zonas limítrofes. En http://www.wordreference.com/definicion/sionismo, el 25 de octubre de 2011.

[13] Ibídem, Pág. 24.

[14] Ibídem, pág. 30.

[15] Ibídem, pág. 35-36.

Althusser: La Filosofía como arma de la Revolución

La filosofía es una lucha, y una lucha fundamentalmente política, una lucha de clases.

Althusser
Althusser

Louis Althusser nació en Birmandreis el año de 1918 y murió en Paris en 1990. Es un representante destacado del estructuralismo francés y marxista apasionado. Se propuso hacer una lectura fiel de Karl Marx y, su trabajo se enfocó en hacer una distinción entre “el primer Marx y el último Marx”; en rescatar las teorías marxistas-leninistas y hacer de ellas una revolución. La filosofía marxista, afirma, fundada por Marx, en el mismo acto de fundar su teoría de la historia, aun debe ser construida. Sus escritos y los de sus colaboradores tienen el propósito de contribuir a elaborarla[1].

Este pensamiento del marxista francés es sumamente oportuno, puesto que, una nueva generación de revolucionarios, en el siglo XX, necesitaba refrescar la idea crítica, y Althusser lo hizo. Su influencia marcó a Sartre y Henri Lefebvre. También, fue leído en América Latina, y en particular, Cuba, donde sus escritos tuvieron una gran repercusión.

Es menester destacar la visión que el filósofo francés tiene de la doctrina científica de Marx. En primer lugar, Althusser afirma que las doctrinas socialistas anteriores a Marx no eran sino utópicas y la doctrina marxista es científica.

¿Qué es una doctrina socialista utópica? Estas doctrinas proponen objetivos socialistas a la acción de los hombres, pero están basadas en ideologías religiosas, morales o jurídicas. Al contener sesgos burgueses y pequeño burgueses, estas doctrinas no garantizaban una reforma estructural de lo real.

La doctrina marxista por el contrario es científica. Esto quiere decir, que no se conforma con aplicar los principios morales y jurídicos burgueses existentes (libertad, igualdad, fraternidad, justicia) a la realidad burguesa para criticarla, sino que, crítica: tanto estos principios morales y jurídicos como el sistema económico-político existente. [2]

Marx transformó, de utopía a ciencia, el socialismo. Ya que, su doctrina plasma la base de un sistema político-económico que engloba la crítica a la utopía burguesa y la crítica a un sistema económico capitalista que, no hacía más que, disfrazar la esclavitud de la clase obrera en trabajo formal.

Con el objetivo de profundizar en el pensamiento de Althusser, indagaremos en una entrevista realizada al marxista francés por el corresponsal de L, Unita, M-A. Macchiochhi en el año de 1968. Titulada «Respuesta a Ocho Preguntas«, las respuestas a estas preguntas denotan un claro pensamiento marxista-revolucionario, por este motivo, a continuación se realizará una síntesis de las respuestas dadas por Althusser.

La lucha filosófica es un sector de la lucha de clases entre las concepciones del mundo.

Althusser afirma que se introduce a la filosofía marxista porque le interesaba la política y la filosofía. De la filosofía le atraía el materialismo y su función crítica en pro del conocimiento científico y de la política, la inteligencia, el coraje, y el heroísmo revolucionario. Fue la política marxista la que lo decidió todo, pues afirma que finalmente, podía comprender la tesis fundamental de Marx y Lenin: La filosofía es fundamentalmente política.

Una revolución, dice Althusser, tiene que tener la participación forzosa de los intelectuales, ¿Cómo atraer a los intelectuales al movimiento revolucionario proletario, si todo intelectual, incluso los profesores universitarios, son pequeñoburgueses? Para ayudar en la revolución proletaria, es necesario que éstos realicen una especie de purificación en sus ideas, una reducción larga, dolorosa y difícil.

Althusser tiene un pensamiento dogmático y trata de encerrar todos los fenómenos en su marco ideológico, las siguientes palabras del francés denotan su enajenamiento:

¿Quién ha comprendido la prodigiosa revolución filosófica provocada por el descubrimiento de Marx? Sólo los militantes o dirigentes proletarios. Los filósofos de oficio, en su conjunto, no la han ni siquiera sospechado. Cuando hablan de Marx, siempre es, salvo rarísimas excepciones, para combatirlo, condenarlo, digerirlo, explotarlo o revisarlo. [3]

¿Como la filosofía puede utilizarse como arma en la revolución proletaria? Althusser, afirma que la filosofía representa la lucha de clases en la teoría, es por esta razón, que la filosofía es una lucha, y una lucha fundamentalmente política, una lucha de clases. Ningún hombre es espontáneamente filósofo, pero puede serlo. Las filosofías idealistas que explotan las ciencias, se valen de ellas, para luchar contra las filosofías materialistas que sirven a las ciencias. La lucha filosófica es un sector de la lucha de clases entre las concepciones del mundo. El materialismo, siempre estuvo en el pasado, dominado por el idealismo.[4] Y al mismo tiempo afirma que las nociones económicas burguesas de “sociedad Industrial”, de “neocapitalismo”, de “nueva clase obrera”, y tantas otras, son anti-científicas y anti-marxistas. Están hechas para combatir a los revolucionarios.

En resumen, la revolución proletaria, está conformada por ideales utópicos y científicos. Althusser ve a la filosofía como un arma contra la burguesía y la pequeñoburguesia. Crítica al que no congenia con las ideas de Marx y hace de esta revolución una guerra filosófica-cultural, que no deja cabida a un pensamiento diferente a la doctrina científica de Marx.

BIBLIOGRAFIA


Althusser Louis, La filosofía como arma de la revolución, Ediciones pasado y presente. México D.F. 1986.


[1] Cf. Althusser Louis, La filosofía como arma de la revolución, Ediciones de pasado y presente, México D.F. 1968.

[2]Cf. Ibíd. P.24

[3] Ibíd. P.16

[4] Cf. Ibíd. P.17-18

Hannah Arendt: Sobre la Labor; el Trabajo; la Acción.

Sin esta vida actuante,

el ser humano carecería

de sentido en el mundo.

Arendt
Arendt.

En el presente texto, se exponen dos temas desarrollados por Hannah Arendt, y compilados, en el volumen De la historia a la acción. También, al final de este documento, se mencionan varios puntos centrales de la conferencia celebrada en el Congreso «Arendt sobre Arendt»; del cuál, ella fue partícipe.

El tema principal, en el que fluctúa el pensamiento de Arendt, es la acción y responsabilidad. Parte de una comprensión del mundo, la cual, permite aceptar los acontecimientos para construir sobre ellos. El ser humano es un constante “comenzar”. Por otro lado, reconoce que las acciones son importantes para el progreso humano, y son, las mismas que, inmortalizan al hombre a través del tiempo.

La brecha entre el pasado y el futuro, manifiesta su objeción contra las ideas especulativas que se han venido dando, a través, de la tradición, sin que ayuden a vivir, ni pro – evocan bienestar en el presente. Lo dicho anteriormente, viene reforzado en su tema Labor, Trabajo y Acción, donde enfatiza en el humano actuante, es decir, un ser, cuya vida diaria, es un constante movimiento que construye algo, y que, se hace responsable por lo que realiza. Sin esta vida actuante, el ser humano carecería de sentido en el mundo. No estaría en un mundo estable, donde él es el amo y señor de cuanto le rodea, esto es, del mundo y la naturaleza.

El trabajo o la actividad, sólo era reconocida si aportaba estabilidad, orden y seguridad para la vida contemplativa.

Por tanto, comienza en Labor, Trabajo y Acción con puntualizar que hay dos modos de vida: la activa y la contemplativa. La primera ha sido definida, desde la tradición, por personas dedicadas a la vida contemplativa, es decir, que se subordina a ésta: “ la contemplación es de un orden superior al de la acción, o según la cual, toda acción no es más que un medio cuyo verdadero fin es la contemplación”.1 Sin embargo, Arendt objeta este argumento, diciendo que no siempre es posible abandonarse a la contemplación; además, en el ámbito cristiano, era imposible romper con el orden jerárquico establecido, ya que, la verdad revelada era dada mediante la contemplación, es decir, como resultado de una actividad mental o como el conocimiento que se adquiere por medio de la fabricación.2

Según Arendt, el trabajo o la actividad, sólo era reconocida si aportaba estabilidad, orden y seguridad para la vida contemplativa, es por tanto, que la acción política, era reconocida por dar estos elementos. Luego pasa a la distinción entre labor y trabajo. Labor significa ser productivos; una necesidad del hombre para sobrevivir, y por ende, dura el tiempo que vive un humano. Por otro lado, trabajo es el comienzo y fin de algo, es la construcción, o transformación de la materia en algo, que proporciona estabilidad en el mundo. Labor es producir algo constantemente que tiene comienzo, quizás pero no un fin determinado; el trabajo es la fabricación del mundo en el que vive el hombre y por la cual requiere de artículos para dominar el medio. Y, es este mundo fabricado por el hombre, el que le otorga estabilidad a la vida humana y permite la relación de ésta con la Naturaleza.

Homo Faber

Lo que surge del trabajo, del homo faber, es la destrucción de la naturaleza, violación y violencia, donde el hombre se hace dueño de la naturaleza, de sí mismo y de sus actos. Sin embargo, si bajo la perspectiva del utilitarismo, el hombre traspasa los límites de su habilidad para fabricar, puede llevar al mundo a la ruina. El medio, para no caer en este drástico final, es la palabra y la acción, que permite insertarnos en el mundo humano, distinguirnos de los demás, y de algo, que está en frente de nosotros.

Esta inserción “es incondicionada; su impulso surge con la primera inhalación en el mundo real, y al que respondemos por nuestra propia iniciativa, con el imaginario. Actuar, en su sentido más general, significa, tomar una iniciativa, comenzar como lo indica la palabra griega arkhein, o poner algo en movimiento”.3

Acción y Palabra están ligados, y, es por esta relación que nos reconocemos ante los demás como iguales. En un mundo común, donde están presentes otros, y, que es fabricado por el hombre. Lo convierte en su hogar. Una acción carente, de un quién no posee un significado.

Todo lo que el hombre haga o deje de hacer no podrá ser cambiado.

Acción es equivalente a la historia, porque sin aquella, no hay que contar. La historia de un particular, o de una época, no es está fabrica de artículos, son procesos, productos de la labor, tramas enlazadas por las acciones, y discursos humanos, que se entretejen para dar que narrar.

Por lo tanto, se puede decir, que los procesos de la acción son impredecibles e irreversibles, de lo que se concluye que: todo lo que el hombre haga o deje de hacer no podrá ser cambiado, no hay vuelta al pasado para cambiar los hechos y darle nueva dirección a la vida.

Sólo queda dos cosas por hacer para remediar la impredecibilidad e irreversibilidad: para el primero, no queda mas que, hacer y mantener nuestras promesas; y, para el segundo, perdonar es lo único que se pude hacer, cuando no está en nuestras manos, cambiar el pasado para darle sentido al presente. La creación de lo humano, es la creación de su acción: “sin la acción, sin la capacidad de comenzar algo nuevo, y de este modo, de articular el nuevo comienzo que entra en el mundo con el nacimiento de cada ser humano, la vida del hombre, que se extiende desde el nacimiento a la muerte, sería condena sin salvación”.4

En cuanto, a «El Pensar y las Reflexiones Morales» desglosa cómo el pensamiento permite evitar actuar negativamente: “La manifestación del viento del pensar no es el conocimiento; es la capacidad de distinguir lo bueno de lo malo, lo bello de lo feo”.5 Arendt se desliga del concepto de “pensar” como el proceso por el cual se obtienen conocimientos verdaderos sobre la realidad, y que, permite formular teorías o sistemas que expliquen el mundo; para ella, pensar es el acto de reflexionar sobre nuestros propios hechos cotidianos sin más, actualizar lo que hay en nuestra conciencia, saber qué decir y hacer en el mundo. Toma como referencia a Sócrates, como el ser que no busca el conocimiento por el conocimiento, sino que, se introduce en sí mismo para reconocer lo que su conciencia posee, es es el testigo de los actos de lo humano, lo turba y le hace reflexionar sobre quién es y qué hace.

Por tanto, entendido el pensar como algo natural del hombre, como facultad que esta presente en el mundo y para todos; la incapacidad de pensar del hombre, sería una posibilidad de evitar la relación del hombre consigo mismo y en consecuencia, de darse cuenta de sus actos en el mundo.6 Sin embargo, el pensar del hombre no es tan benéfico para la sociedad, ya que, desmorona las reglas de conducta, las estructuras sociales. El pensar, sólo toma relevancia cuando la irreflexión de los demás, no puede constituir una estabilidad social, entonces, los que piensan son considerados a la acción, porque sus opiniones permiten desechar teorías, doctrinas o valores que no conducen a dar sentido a la vida humana.

Como último apartado de la obra de Arendt, se nos muestra una conferencia que dio en un congreso con respecto a su pensamiento. En esta conferencia titulada «Arendt sobre Arendt» se puede sintetizar los temas tratados en el compendio «De la historia a la Acción», ya que, menciona la importancia del pensar y de actuar; el pensar, no en el sentido metafísico o de la pura abstracción, sino, como una contemplación del mundo, del acontecer humano. Por otro lado, marca los límites entre pensar, teoría y acción, que si bien son distintos, mantienen una relación que permite dar orientación a la vida.

Bibliografía

Arendt, Hannah, De la Historia a la acción, Paidós, México, 2008, págs. 89-171.


1 Hannah Arendt, De la historia a la acción, Paidós, México, 2008, pp. 89.

2 Cfr. ibídem, pp. 91.

3 Ibídem, pp. 103.

4 Ibídem, pp. 107.

5 Ibídem, pp. 137.

6 Cfr. Ibídem, pp. 135.

Max Weber: La Política como Vocación

El Estado, al igual que toda entidad política: es un enlace de dominio de individuos sobre individuos, sostenido, mediante, la legítima violencia.

M. WEBER

Max Weber, en su conferencia sobre “la política como vocación”, dentro de su obra El político y el científico, manifiesta, en un primer momento, lo que él entiende por política, afirmando que: solamente es, “la dirección o la influencia sobre la trayectoria de una entidad política, esto es, en nuestros tiempos: el Estado”[1].

El Estado es, a su vez, una comunidad humana, dentro de los límites de un territorio establecido, ya que este es, un elemento que lo distingue, reclamando para sí el monopolio de la legítima violencia física.

Por tanto, el concepto de político significa: la aspiración a tomar parte en el poder o de influir en la distribución del mismo, ya sea entre los diferentes estados, ya en lo que concierne, dentro del propio Estado, a los distintos grupos de individuos que lo integran.

El Estado, al igual que toda entidad política, es un enlace de dominio de individuos sobre individuos, sostenido mediante la legítima violencia. Tal dominio, tiene su fundamento en tres justificaciones internas concretas:

“la legitimidad del perdurable ayer, la validez de un hábito cuyos comienzos se pierden en los tiempos, y la orientación del individuo, por costumbre, hacia su respeto […] Segundo, la facultad de la gracia (carisma) personal y extraordinaria […] Por último, una legitimidad apoyada en una base legal, que da por cierta la validez de preceptos legales en razón de su competencia objetiva”[2].

Por otra parte, al tratar el concepto de Estado Moderno, que surge a partir del momento en que, el príncipe, procede a la expropiación de titulares privados de poder administrativo que tiene junto a él;  Weber señala que, es una unidad de dominación de índole institucional, cuyos fines, con éxito en los resultados, han sido monopolizar, como medio de dominación, la legítima violencia física dentro de su territorio: “para lo cual, ha reunido todos los elementos materiales a disposición de su dirigente, expropiando a todos los funcionarios estamentales que por derecho propio disponían de ellos y, sustituyéndolos con sus propias superioridades jerárquicas”[3].

Al continuar este proceso político, fue que surgieron los políticos profesionales, aquellos que: no deseaban gobernar en calidad de caudillos carismáticos, sino, actuar al servicio de jefes políticos, no sólo a los príncipes, sino también a otros poderes, y es que, es posible ejercer influjo en la distribución del poder entre las diferentes configuraciones políticas y dentro de cada una de éstas, tanto, en calidad de político ocasional, como de profesión ejercida secundaria o primordialmente; tal como ocurre en el terreno de la economía.

Hay dos formas para hacer de la política una profesión, según Weber: “vivir para la política o vivir de la política […] Aquel que vive para la política hace de ello su vida, en el sentido íntimo, o se solaza, simplemente, en el ejercicio del poder que conserva, o, mantiene su equilibrio y la tranquilidad en su conciencia, por haber dado, un sentido a su vida, al haberla puesto al servicio de algo.

Entre vivir “para” y vivir “de” la política existe una diferencia, ya que, el individuo que vive de la política, se coloca en un nivel mucho más burdo, es en el nivel económico”[4]. Quien vive de la política como profesión, ésta es su fuente de ingresos; quien vive para la política se encuentra en un nivel más alto.

Después de hacer un recorrido general por las diferentes formas de Estado surgidas en Europa, principalmente, a lo largo de la historia, Weber, comienza a hablar del Estado constitucional, re instaurando la democracia, haciendo del “demagogo” la figura clásica del político de Occidente: “La demagogia  moderna se vale asimismo del discurso […] abusa de él en cantidades abrumadoras […] se sirve, de la palabra impresa, como instrumento permanente. Es, en la actualidad, el publicista político y, en especial, el periodista, son los representantes más notables de la figura del demagogo”[5]. Sin embargo, en el Estado moderno, en el caso del periodista, éste tiene, menor influencia, comparándolo con el “magnate capitalista” de la prensa.

Por otro lado, Weber, expresa que los interesados en la vida política se llenan de adeptos, que proporcionen, medios económicos y, aseguren la conquista de los votos en la lucha política. Los políticos profesionales, tratan de conseguir el poder, mediante el vulgar y pacífico reclutamiento del partido, en el tráfico electoral.

Más adelante, el sociólogo alemán establece tres cualidades de mayor importancia para un político: pasión, sentido de responsabilidad y mesura. Con respecto a la pasión, ésta, se trata de un romanticismo de lo intelectivamente atractivo, que gira en el vació y carece del menor sentido de responsabilidad objetiva. La pasión, no hace político al hombre, si no se entrega a una causa y, no se vale de la responsabilidad para dicha causa, como luz que guíe la acción. Para ello, es necesario, tener aptitud para dejar que la realidad penetre en uno, sin que deje de mantenerse retirado, no pierda la entereza. En otras palabras, es indispensable conservar la distancia con los hombres y las cosas. “La política se lleva con la cabeza y no con otras partes del cuerpo o del espíritu”[6].

Por último, la política cosiste en una prolongada y ardua lucha contra tenaces resistencias para vencer, requiriendo al mismo tiempo, pasión y mesura. Es del todo cierto, que en este mundo, no se llega jamás a los posible, si no se intenta, repetidamente, lo imposible; pero, para realizar esta tarea, es indispensable armarse de fuerza de voluntad, que les permita soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren, mostrarse incapaces de realizar, inclusive, todo lo que aún es posible.

“Únicamente, quien está seguro de no doblegarse, cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado necio o demasiado abyecto para aquello que él está ofreciéndole; únicamente, quien, ante todas las adversidades, es capaz de oponer un ‘sin embargo’; únicamente un hombre constituido de esta suerte, podrá demostrar: su ‘vocación para la política’”[7].

Bibliografía

  • Max Weber, El político y el científico, México, Premia, 1980, pp. 07-60.

[1] Max Weber, El político y el científico, México, Premia, 1980, p. 07.

[2]Ibídem, pp. 08-09.

[3]Ibídem, p. 12.

[4]Ibídem, p. 14.

[5]Ibídem, p. 26.

[6]Ibídem, p. 46.

[7]Ibídem, p. 60.