Lo “grande”, no sólo ha dejado de ser “mejor”,
Bauman
sino que, ha perdido cualquier sentido racional.
Lo pequeño, lo liviano, lo más portable
significa ahora mejora y “progreso”.

Este, es un bosquejo general del prólogo y el primer apartado «Emancipación» sobre Modernidad Líquida, escrita por, Zygmunt Bauman.
Dicha sección, nos introduce, en una descripción de la sociedad actual, de sus manifestaciones: sociales, políticas y económicas. Sin duda, la descripción, muy propia del autor, ofrece, una forma de dirigirnos a, un conglomerado de paradigmas. La forma, en la cual, es descrita, posee la peculiaridad de una analogía, lo suficientemente, apropiada, para traer, a nosotros, una idea inmediata, de lo que Bauman, denomina modernidad líquida.
La modernidad tardía; sociedad moderna tardía; sociedad de la segunda modernidad o posmodernidad: son las formas diversas en que podemos referirnos al periodo contemporáneo.
Habiendo así, diversas referencias de la época contemporánea. Pero ¿ A qué denomina Bauman “modernidad líquida” ? Nos referiremos, al término “líquido”, este deviene de una especie de analogía, que el mismo autor realiza entre la sociedad, en donde, las propiedades del estado líquido, resultan adecuadas, para adjetivar la modernidad. Sin embargo, para obtener resultados positivos con tal definición, primero, revisaremos la historia, que remite al periodo de la modernidad, específicamente, a los rasgos característicos del Renacimiento.
Los elementos que Bauman explora, de la sociedad contemporánea, definida indiscutiblemente, en su orden capitalista; develan qué: elementos de este capitalismo subsisten en el tiempo, y, también, se pregunta por las características que se han modificado. El análisis de la contingencia capitalista, concentra a Bauman, y, aborda a la modernidad líquida como una denominación explícita del ámbito sociológico; también, pretende explicar el cambio y la transitoriedad de la sociedad moderna, sus diversos sucesos de movimiento, apoyándose, de una imagen argumentativa, basada, en la metáfora de la liquidez. Por ejemplo, habla sobre: la superficialidad de las relaciones humanas, en medio de, una sociedad de carácter individualista; cuya causa, radica en: el carácter volátil de dichas relaciones.
Los “grilletes” de las relaciones sociales se manifiestan, en los vínculos que condicionan las relaciones humanas, cuyo nexo es el dinero
Los fluidos no se fijan al espacio ni se atan al tiempo. Lo que cuenta, es el flujo del tiempo más que el espacio. En cierto sentido, los sólidos cancelan el tiempo; para los líquidos, por el contrario, lo que importa es el tiempo.[1] Bauman lo denomina levedad, la levedad se opone a la rigidez, y, a lo pesado. Cualquier sólido es pesado, pero no, los líquidos, es por ello, que, este carácter de “liviandad”, como elemento de asociación, permite, expresar que, aquello que es liviano, posee movilidad, y, de manera práctica, bien sabemos, que, cuanto menos pesada sea una cosa se torna con mayor facilidad su traslado.
Derretir los sólidos, significa: desprenderse de las obligaciones que se interponen en el camino de, un cálculo racional de los efectos […] la disolución de los sólidos, condujo a, una progresiva emancipación de la economía, de sus tradicionales, ataduras políticas, éticas y culturales. Sedimentó un nuevo orden, definido primariamente en términos económicos. Ese nuevo orden debía de ser más sólido.[2] Los “grilletes” de las relaciones sociales se manifiestan, en los vínculos que condicionan las relaciones humanas, cuyo nexo es el dinero, es decir, aquello que vale la pena conservar, así toda acción se reduce a términos económicos, términos que dominan la totalidad de la vida humana.
Sin embargo, como producto de la pérdida de control y fruto de la rigidez que albergan estas sociedades, tan complejas, como la moderna, cuyo cambio es difícil. Por tanto, los subsistemas, que se sostienen en ella, son rígidos y sin posibilidad de elección, pero, éstos, no surgen de una sociedad que posee un gobierno dictatorial, ni de la subordinación, o de la esclavitud, sino que, la situación actual, emergió, de la disolución radical, de aquellas amarras, acusadas –justa o injustamente- de limitar la libertad individual de elegir y de actuar. La rigidez del orden es el artefacto y el sedimento de la libertad de los agentes humanos.[3]

“Volvió sobre sí misma”, la época de la soidisant “modernización de la modernidad” habla de “categorías zombis”, que están “muertas y todavía vivas”.[4] Es bajo esta afirmación, citada por Bauman, en la que Ulrich Beck, define a las estructuras de comunicación de las vidas individuales, arguyendo que, estas estructuras, como principios de afección de las instituciones existentes, fungían como, celdas de los proyectos y estrategias de vida, pero, para poder salir de esta prisión, necesariamente, cada individuo se veía en la necesidad de utilizar su propia libertad.
Otro de los elementos que impulsan a Bauman, y algunos otros autores, a hablar del fin de la modernidad, es el hecho, de las relaciones de poder, que podemos ver, de manera “encarnada”, en las diversas instituciones y empresas que se sustentan en el sistema del capitalismo. Actualmente, quien sustenta el poder, no necesariamente, tiene que estar expectante de sus súbditos, como lo era con el sistema panóptico. En el panóptico, lo que importaba era: la estática de los vigilantes; las personas eran imprescindibles para la vigilancia desde la torre de control. En las relaciones de poder pos-panópticas, lo que importa es que, la gente que maneja el poder – del que depende el destino de los socios menos volátiles de la relación – puede ponerse, en cualquier momento, fuera de alcance […] y volverse absolutamente inaccesibles.[5] Actualmente, las barreras territoriales, han sido superadas, y, se habla entonces de un salto cualitativo del poder, en el que se otorga el carácter extraterritorial, puesto que, no necesariamente, quien sustenta el poder, tiene la necesidad, de trasladar su cuerpo; sino que, se apoya, en la velocidad electrónica, de las diversas tecnologías, para estar ahí.
La verdad que hace libres
a los hombres, es en gran parte,
la verdad que los hombres
prefieren no escuchar.[11]
Estamos asistiendo a la venganza del nomadismo, contra el principio de la territorialidad y el sedentarismo. En la etapa fluida de la modernidad, la mayoría sedentaria, es gobernada por una élite nómade y extraterritorial.[6] Las notas precedentes quieren ser una especie de recordatorio, de cierta conciencia histórica, que podemos visualizar, como en el periodo pre-moderno, es este periodo, alejado en demasía, por el tiempo, donde, la sociedad acostumbraba a vivir de manera nómada. Sin embargo, el paso del tiempo y las capacidades humanas, modificaron las costumbres, llegando así, a ser sedentarios. Entonces, en el momento en que, la modernidad se asienta, en este modo de permanecer, rechaza el condicionamiento nómada, que se encuentra, al margen de las fronteras trazadas por los cronopolíticos[7] ; quienes, consideran a los nómadas, como subdesarrollados y primitivos, pues, la sociedad moderna, se construye, sobre fronteras bien trazadas y definidas como parte de la definición de un estado. Pero, el proceso actual, se presenta como: el fin de la modernidad sólida. Llamada la era del compromiso mutuo, que, está siendo licuada, por la nueva forma de poder. Esta consiste, en poseer a distancia, y, conquistar de manera intermitente, como en el caso de las guerras. Las nuevas invasiones bélicas, consisten en atacar y huir, una vez conquistado el nuevo territorio, el poder puede ejercerse, sin la presencia física del dominador. Por lo que, la concepción del estado sedentario, con determinados límites territoriales comienza a fluir.
EMANCIPACIÓN
Liberarse, significa literalmente, deshacerse de las ataduras que impiden o constriñen el movimiento, comenzar a sentirse libre de actuar y moverse.[8] El movimiento, que implica la libertad, puede ser visto desde dos puntos, o en todo caso, podemos hablar de dos tipos de libertad: el primer supuesto de libertad, que considera Bauman, es la libertad objetiva, y, el segundo, es la libertad subjetiva. Ambos supuestos, demuestran que, en cada miembro de la sociedad, se debe hallar un equilibrio entre: los deseos, la imaginación y la capacidad de actuar, de tal modo que, la libertad de cada individuo sea auténtica. Sentirse libres de restricciones; libre de actuar según el propio deseo: implica alcanzar un equilibrio entre los deseos, la imaginación y la capacidad de actuar; nos sentimos libres, siempre y cuando, nuestra imaginación no exceda nuestros verdaderos deseos, y, ni una, ni los otros, sobrepasen nuestra capacidad de actuar.[9]

Sin embargo, hay quienes, se conforman con lo que tienen, suponiendo que, en su “comodidad”, gozan de libertad, por temor a perder aquello que, ellos conocen como libertad. De igual modo, la libertad implica, que el resultado de su búsqueda no sea el esperado, por lo que, se le tiene temor a la responsabilidad, que la libertad trae consigo: lo que experimentamos como libertad no lo sea en absoluto; que las personas, puedan estar satisfechas de lo que les toca, aunque diste mucho de ser “objetivamente” satisfactorio; que, viviendo en la esclavitud, se sientan libres y por lo tanto, no experimenten ninguna necesidad de liberarse…[10] La verdad que hace libres a los hombres, es en gran parte, la verdad que los hombres prefieren no escuchar.[11]
Se tiene que rediseñar
el tipo de relación
de los individuos,
en la sociedad: tiene que fluir.
Así, la búsqueda de la libertad, deriva en una rutina, que si bien, tiende a la degradación. También, puede proteger, por tanto, las normas de la sociedad, que ejercen, una “dependencia” liberadora, que puede ser considerada, como la máxima libertad, que es posible alcanzar. Por otro lado, bajo esta perspectiva liberadora, se describe el capitalismo como un fordismo, en el cual, las personas son dominadas por otras personas, bajo un rígido sistema de producción.
Es así, como el capitalismo, ha dominado, por más de doscientos años. Es este esquema riguroso, que no permite iniciativa, ni el más mínimo ápice de creatividad e ingenio, sino de movimientos monótonos y automáticos. Sin embargo, el capitalismo, como emblema de la modernidad líquida, tiene que fluir. Así, la libertad, bajo un esquema semejante, se mueve a la concepción del “individuo”, donde se pone en evidencia la identidad de la humanidad. Identidad como tarea: así se debe cargar con la responsabilidad, de lo que, el humano será.
Por tanto, la conformación de la libertad de los miembros de la sociedad, se encamina a dejar a un lado al individuo de jade[12], el cual, posee una libertad negativa, es decir que, posee una libertad impuesta, en cambio, el individuo de facto, posee una libertad positiva, es esta libertad, a la que el individuo debe dirigirse. Para ello, es necesario, que esta libertad como capacidad de autoafirmación, tiene que “colonizar” lo privado, es decir que, se tiene que rediseñar el tipo de relación de los individuos, en la sociedad: tiene que fluir.
Bibliografía
Bauman Zygmunt, Modernidad Líquida, Fondo de Cultura Económica, México, 2003, pp. 8-58
[1] Bauman Zygmunt, Modernidad Líquida, Fondo de cultura económica, México, 2003, p. 8
[2]Íbidem, p. 10
[3]Íbidem, p. 11
[4] Íbidem, p. 12
[5] Íbidem, p. 16
[6] Íbidem, p. 18
[7]El tiempo significaba la “jerarquía”, después era sinónimo de “mejor”, y “malo” de “rebasado” o “no propiamente desarrollado”. (El pequeño problema era enviar los fenómenos no aprobados al pasado… construirlos como reliquias que habían rebasado su tiempo, y vivir en el presente con tiempo prestado; de hecho, como sus portadores ya estaban muertos, no eran sino zombis que deberían enterrarse a la brevedad por su propio bien y el de los demás). Esta visión encajaría tanto con la necesidad de legitimar la conquista y subordinación de diferentes territorios y culturas como con la de presentar la diseminación del conocimiento como el principal mecanismo no sólo de cambio, sino de cambio favorable… Johannes Fabian denominó a este extendido hábito “cronopolítica”, ya que representaba la diferenciación temporal sobre la flecha del tiempo, de manera que las opciones culturales podrían describirse como “alocrónicas”, es decir que pertenecen a otra época y sobreviven hasta nuestros días gracias a falsas pretensiones. Bauman Zygmun, Ética posmoderna, Siglo XXI, España, 2009, p. 29
[8] Íbidem, p. 21
[9] Íbidem, p. 22
[10] Ídem.
[11] Íbidem, p. 40
[12] El individuo de jade es aquel que posee una libertad negativa, aunque impuesta de manera legal, en este caso por el sistema capitalista. A su vez es distinto del individuo de facto quien posee la libertad positiva, la cual identificamos como la capacidad de autoafirmación. Para Bauman, en términos sociales, quiere decir la “colonización” de lo público a lo privado para que el individuo viva en sociedad por el bien común.